Dijo Dios a Abraham cuando lo llamó: “En ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra” (Gen 12, 3). Mateo, en la Epifanía, pone en evidencia que ya desde niño, Jesús difunde esta bendición sobre las gentes. Este hijo de Dios que ha entrado en nuestra historia, ha habitado en un lugar de nuestra tierra, se ha hecho hombre como nosotros.

El mesías y la salvación que trae es para todos. Jesús ha sido enviado desde el primer momento de su existencia terrena a encontrarse con su gente y con las gentes de todos los pueblos. Primero con Isabel, Zacarías y Juan, todavía no nacido. Más tarde, en el templo, con los más preparados: Simeón y Ana. Ahora, con los Magos venidos de oriente. Sabios de quién sabe qué credo religioso. ¿Quién les ha guiado hasta aquí? El Espíritu Santo es quien guía a todos hacia Jesús. Los magos le conocieron mirando las estrellas, estudiando su ciencia. Ahí encontraron la voz de Dios que los incita a ponerse en camino. Los ha llamado como llamó a Abraham para que saliera de su tierra. También a ellos, hacia la tierra prometida: buscadores de Dios, viajeros valerosos. Llenos de esperanza. Dejan comodidades y certezas y se lanzan a la aventura de encontrar al rey de los judíos, enviado por Dios. En esa estrella particular, que los precede, encuentran los signos de Dios que habla de tantos modos a quien le sabe escuchar. Si la estrella desaparece, tienen necesidad de intérpretes. Ha nacido un rey, y ellos, ingenuos, van al rey de Jerusalén. Los jefes de los sacerdotes y los escribas, consultados por Herodes, muestran que poseen la ciencia de Dios y de sus Escrituras, y saben con precisión dónde puede haber nacido el rey de los judíos. Pero no se mueven, no van a adorar: su ciencia no enciende su corazón, que se mantiene frío y sepultado bajo el saber, del afán adulador de hacer sólo lo que agrada a su rey, y que no cambia su vida. Son los sacerdotes del templo, ¿qué podrá añadir a su ciencia un niño? Ponen su ciencia, neutralmente, al servicio de la muerte: podían haber intuido como usaría Herodes su información…

Nosotros, que leemos, si aprendemos de los Magos, iremos en directo a buscar al Hijo de Dios que ha nacido, con el corazón fresco y a la escucha de las cosas nuevas que Dios hace, abiertos a la fantasía del Espíritu Santo. Si, para evitarla, hacemos caso de la conducta de los sacerdotes y de los escribas, no nos conformaremos con lo que sabemos, con el puesto conseguido, con lo que siempre se ha hecho, con lo que toda Jerusalén considera lo bueno, porque ha sido adquirido por la costumbre. El sobresalto de la nueva noticia nos moverá a buscar en la normalidad del nacimiento de un niño y de la familia que lo circunda, la presencia de Dios. A donarle el oro que tenemos. A seguir la voz de Dios, que nos guía con las estrellas, y la voz de los ángeles que nos hablan en sueños.