Tienen la experiencia del ladrón que se acerca al rebaño para robar los animales. Llega de noche, salta el muro y escapa llevándose alguna oveja, antes de que llegue el guardián. En cambio, el pastor llega en un día normal de pastoreo, el guardián (el Padre) le abre, entra por la puerta e inicia su trabajo. Conoce a las ovejas una por una, por su nombre. Para los de la ciudad todas parecen iguales, pero el pastor de verdad las conoce, y las llama por su nombre. Y ellas reconocen su voz y se dejan guiar.

Juan escribe estas palabras de Jesús justo después de la historia del ciego de nacimiento y de la gran discusión que produjo aquel milagro. Está explicando ese hecho. Pero los oyentes no entienden. Nosotros, con la experiencia de Cristo y de su Iglesia, podríamos decir: tú eres el pastor, nosotros somos las ovejas y nos sentimos conocidos y llamados por ti por nuestro nombre, y estamos contentos de que nos hagas salir del recinto para conducirnos hacia pastos verdes y aguas tranquilas. Nada me falta, porque tú eres mi pastor. Aunque me llevaras por cañadas oscuras no temería ningún mal. ¿Quizá querías decir a aquellos fariseos que han vuelto loco al pobre ex ciego de nacimiento que no han actuado como buenos pastores con él, sino como ladrones y bandidos, como extraños, de los que las ovejas no reconocen la voz?

No entienden. Tienen la mente oscurecida. Jesús se ve obligado a explicarlo con palabras abiertas, y cambia la imagen para ser entendido más claramente. Del pastor pasa a la puerta de las ovejas. Quizá cuando hablaba se encontraba cerca de la puerta de las ovejas de Jerusalén, aquella por la que pasaban las ovejas destinadas a los sacrificios del templo, y por la que los hebreos entraban para estar cerca de Dios. Aquella puerta, dañada por los babilonios en los tiempos del exilio, fue reconstruida al regreso. Fue la primera que se terminó y la única que se consagró, porque conducía al templo (cfr. Ne 3,1). “Yo soy la puerta de las ovejas”. Expresión fuerte con la que Jesús se presenta como el nuevo Templo. “Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon”. Está hablando también de ellos: al ciego de nacimiento que ahora ve, no lo han escuchado. En cambio, a través de Jesús-puerta, ha entrado en su reino. Le ha pasado aquello que Jesús explica: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. “Yo soy”, recuerda el nombre con el que Dios se llama a sí mismo (Ex 3,14). “La puerta”: entrar en el templo y en comunión con Dios. Para entrar y salir con libertad. Para no quedarse fuera, en manos de los bandidos, o en un recinto cerrado. Entrar por ti, entrar contigo, entrar a través de ti. Para recibir de ti la vida, y en abundancia.