Mensaje de los obispos Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida con motivo del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar
La celebración del día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, que coincide cada año con la solemnidad de Pentecostés, se sitúa en continuidad con el Congreso de Laicos, en el que hemos sentido la llamada a vivir como Iglesia un renovado Pentecostés.
No olvidamos tampoco en esta Jornada los momentos difíciles que hemos sufrido en España y, al final de este tiempo de Pascua, oramos para que sigamos viviendo en actitud de esperanza en Cristo resucitado, que ha vencido el dolor y la muerte, y bajo la guía del Espíritu Santo, que nos invita a confiar en la promesa de que Jesús va a estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20).
El Congreso de Laicos, Pueblo de Dios en salida, que convocó la Conferencia Episcopal Española, en el mes de abril de 2018, y encomendó su organización a la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, tuvo una fase precongresual marcada por la sinodalidad y el discernimiento, procurando que los laicos de las diócesis, movimientos y asociaciones se sintieran protagonistas de este momento eclesial
Tras ese camino recorrido, los días 14 al 16 de febrero tenía lugar el Congreso en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo de Madrid. Nos hemos juntado más de dos mil personas, enviadas de las diócesis españolas, de la mayoría de los movimientos y asociaciones laicales, junto con miembros de la vida consagrada, sacerdotes y setenta obispos. Ha sido, sin lugar a dudas, un gran encuentro de comunión, un ejercicio de discernimiento, de escucha, de diálogo y puesta en práctica, a través de una gran variedad de experiencias y testimonios, de la riqueza y pluralidad de nuestra iglesia española. Tanto los mensajes, como las celebraciones, los momentos lúdicos y la puesta en escena fueron cuidados con un especial esmero con el deseo de transmitir a la sociedad española una imagen de Iglesia en salida
Ahora se trata de dar continuidad a este sueño, a este anhelo de trabajar como Pueblo de Dios, valorando la vocación laical y lo que aporta a nuestra Iglesia en el momento actual. Se trata de redescubrir la importancia del sacramento del bautismo, como fuente de donde brotan los diversos carismas para la comunión y la misión. Llamados y enviados, por eso: discípulos misioneros. El papa Francisco resume muy bien esta dinámica en Evangelii gaudium:
En virtud del bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28, 19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados (…). Si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros» (EG, n. 120).
Tras el camino recorrido en las fases precongresual y congresual, hemos identificado cuatro itinerarios (primer anuncio, acompañamiento, procesos formativos y presencia en la vida pública) que serán los hitos que habremos de desarrollar en los próximos años en la pastoral con el laicado y, concretamente, desde las Delegaciones de Apostolado Seglar, los Movimientos y Asociaciones.
Además, el sueño de un renovado Pentecostés en nuestra Iglesia española se irá haciendo realidad en la medida en que incorporemos en todas nuestras acciones un estilo de trabajo pastoral que venga marcado por dos ejes transversales: la sinodalidad y el discernimiento.
El papa Francisco, denominado por algunos como el papa sinodal, afirma que: “«El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio (…), y que la sinodalidad es dimensión constitutiva de la Iglesia» (Francisco, en el 50º aniversario de la Institución del Sínodo de Obispos, 2015). Para hablar de sinodalidad el papa Francisco utiliza varias imágenes. Unas veces habla de una pirámide invertida donde los ministros están al servicio de todos; otras veces de una canoa donde todos reman en una dirección; y en ocasiones prefiere usar la imagen del poliedro (EG, n. 236).
La sinodalidad es un arte que nos conduce a vivir la comunión y a descubrirla como la clave para la evangelización, su finalidad es relanzar el sueño misionero. «La puesta en acción de una Iglesia sinodal es el presupuesto indispensable para un nuevo impulso misionero que involucre a todo el Pueblo de Dios» (CTI, n. 9).
El post-congreso es un camino abierto y depende de todos nosotros: obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, laicos y laicas. Todos nos necesitamos para ser esta Iglesia en salida que anuncia el gozo del Evangelio en medio del dolor y las heridas, con que hemos sido 6 Día de la Acción Católica y del Asptolado Seglar 2020 marcados por la pandemia de la Covid-19. Esta experiencia nos ha servido para tomar conciencia de que no solo a nivel de Iglesia, sino también de sociedad, todos nos necesitamos, porque de la conducta de uno depende el destino de los otros.
Como ha ocurrido con las fases precedentes, el post-congreso será una acción de toda la Iglesia española –no solo geográficamente hablando, sino también sustantivamente–, alentada por nuestros pastores y conducida por todos los miembros del Pueblo de Dios. Por eso es fundamental que vivamos la comunión, que todos nos sintamos llamados a la corresponsabilidad, a la misión compartida. En esta tarea ardua de fortalecimiento de la dimensión comunitaria de nuestra fe juega un papel fundamental, en el futuro, la Acción Católica, que debemos seguir impulsando y revitalizando con mayor ardor apostólico
Soñemos juntos. Recordemos las palabras que el papa Francisco les decía a los jóvenes, y, a través de ellos, a todos los que formamos la familia de la Iglesia, en el número 166 de Christus vivit:
A veces toda la energía, los sueños y el entusiasmo de la juventud se debilitan por la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, en nuestros problemas, sentimientos heridos, lamentos y comodidades. No dejes que eso te ocurra, porque te volverás viejo por dentro, y antes de tiempo. Cada edad tiene su hermosura, y a la juventud no pueden faltarle la utopía comunitaria, la capacidad de soñar unidos, los grandes horizontes que miramos juntos.
No perdamos la capacidad de seguir soñando juntos. Este proceso tiene ahora una clara continuidad. No hemos acabado con este Congreso, sino que constituye el punto de partida de nuevos caminos. No lo olvidemos, hemos iniciado un proceso de discernimiento sinodal, que tenemos que seguir haciendo realidad en nuestra Iglesia, siempre bajo la guía del Espíritu Santo. El discernimiento no es algo puntual, sino que debe ser una actitud permanente a nivel personal y comunitario que nos capacite para captar cómo Dios está actuando en la historia, en los acontecimientos, en las personas, y, sobre todo, nos debe llevar a mirar hacia adelante, al futuro, a la acción, a la misión y a realizar este ejercicio con alegría y esperanza. Con esta actitud, deseamos situarnos también como Iglesia en el momento actual, siendo también nosotros luz de esperanza en medio de nuestra sociedad, que ha sido duramente golpeada por el coronavirus.
Sabremos que estamos caminando hacia un renovado Pentecostés si como Iglesia, Pueblo de Dios en salida, viviendo en comunión, nos ponemos manos a la obra en la misión evangelizadora desde el primer anuncio, creando una cultura del acompañamiento, fomentando la formación de los fieles laicos y haciéndonos presentes en la vida pública para compartir nuestra esperanza y ofrecer nuestra fe.
Gracias a nuestros hermanos obispos por la confianza depositada en esta Comisión para preparar el Congreso de Laicos y por la difusión y apoyo en cada una de las diócesis y en la participación en el Congreso. La Iglesia necesita de la guía y orientación de los pastores para seguir animando este proceso de impulso y dinamización del laicado.
Gracias al trabajo de las Delegaciones Diocesanas de Apostolado Seglar, a los Movimientos y Asociaciones, a la Acción Católica y a tantos laicos que se esfuerzan cada día por vivir su vocación laical en la Iglesia y en el mundo, en clave de comunión y con la mirada puesta en la misión evangelizadora, en ser una Iglesia en salida.
Que la Virgen María, Reina de los Apóstoles, y el Espíritu Santo, os colme de sus bendiciones para que juntos (pastores, vida consagrada y laicos) hagamos realidad, en la Iglesia y en nuestra sociedad, un renovado Pentecostés.