16 de julio de 2020

“100 años sirviendo a las gentes del mar”

Queridos diocesanos:

Como todos los años, cercana ya la fecha en la que celebraremos a la Virgen del Carmen, patrona y protectora de los hombres de la mar, me dirijo a vosotros, y especialmente a todos esos trabajadores y a sus familias, para expresaros la cercanía y la comunión espiritual de toda la Iglesia diocesana y la mía propia, en estos momentos especialmente difíciles para todos.

Precisamente este año la Iglesia conmemoraba el centenario  de ese apostolado especifico para las gentes del mar, con la fundación en Glasgow del primer centro Stella Maris, que institucionaliza y concreta una acción que la Iglesia ya desarrollaba desde hacia tiempo con los marinos y pescadores. De hecho, solamente siete años después, en 1927, se fundó el primer centro en Barcelona. Desde entonces se ha escrito una larga y fecunda historia de atención y servicio a las gentes del mar, que llega hoy a concretarse en la presencia de ese apostolado en 322 puertos de 56 países. De ahí el lema de este año para la jornada del Carmen: “100 años sirviendo a la gente del mar”.

Para conmemorar este evento tan importante, estaba previsto realizar en Glasgow el XXV congreso del apostolado del mar, que, por las circunstancias por todos conocidas del COVID-19, quedará aplazado para octubre del año próximo

La Iglesia, de la que formáis parte, queridos hombres y mujeres del mar, quiere estar cerca de todos; tal como proclamaba, llena de convicción y espíritu de servicio, en el Concilio Vaticano II: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. Los centros Stella Maris y el apostolado del Mar están ahí, para testimoniar que la Iglesia y los cristianos somos servidores de los hombres, caminamos a vuestro lado y compartimos vuestras vidas, especialmente vuestros dolores y sufrimientos. No se limita la labor de la Iglesia a una presencia testimonial, pasiva, ineficaz… Los voluntarios del apostolado del mar no se conforman con decir “hago lo que puedo”, sino que más bien, como seguramente bien sabéis por experiencia, su lema es: ”intentamos hacer todo lo que haga falta”.

Es verdad que a lo largo de estos cien años las condiciones de vida y de trabajo han evolucionado muy favorablemente para todos, también para los hombres y mujeres de la mar; pero también es cierto que esas condiciones, para muchos, presentan aún graves deficiencias.

Soy consciente de que las actuales circunstancias de expansión de la pandemia del coronavirus han añadido más dificultades a las que ya padecíais respecto a vuestros trabajos, a su seguridad y a las condiciones en las que se desarrollan. En ese sentido hago mía la reivindicación de que los trabajadores del mar sean considerados trabajadores clave, tal como pidió a las Naciones Unidas la Christian Maritime Association, uniéndose a otras muchas entidades del sector. Es evidente que vuestro trabajo, en la pesca, en el transporte y en multitud de campos en los que os veis concernidos, ha ayudado y continúa ayudando de modo decisivo al sostenimiento de toda la sociedad, y por ello debe ser considerado con especial atención por parte de las autoridades.

En este sentido es conveniente que se arbitren los mecanismos laborales y de transporte necesarios para que las tripulaciones, llegado el tiempo conveniente, puedan ser relevadas y reunirse con sus familias en las jornadas de descanso que les correspondan. Pienso también en los trabajadores de los cruceros, fondeados en distintas partes del mundo, a veces sin poder desembarcar, o los pesqueros que ven con preocupación el futuro por la ya presente crisis económica, fruto de la pandemia.

Cómo son luminosas las palabras del Santo Padre, que seguramente vosotros habréis ya escuchado, en aquella tarde lluviosa del 27 de Marzo, en la Plaza de san Pedro vacía, que reunía, sin embargo, los temores y esperanzas de toda la humanidad: Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos…. también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos. El Papa nos hace ver, con el símil de la barca y la navegación, tan querido por el Maestro, que en estos tiempos de zozobra estamos juntos, estamos con vosotros. Estamos juntos en la plegaria; os tenemos presentes en la oración, agradecidos por vuestro trabajo de cada día, y también por la entrega generosa de tantos sacerdotes y voluntarios que os sirven y acompañan; estamos juntos en la asistencia a vuestras necesidades, como llevamos más de un siglo sirviéndoos. Y estamos juntos, queridos hombres y mujeres del Mar, en nuestra condición de hijos de Aquella que es vuestra patrona y protectora. Quizá este año no tengamos la satisfacción de portarla en vuestros barcos y pasearla por las aguas de nuestros mares; pero la llevamos en el alma y nos acogemos a ella, sabiendo que Nuestra Señora del Carmen nos mira con ojos de Madre y pide por nosotros a su Hijo, que, sentado en la barca de Pedro, nos hace ver que si Él va con nosotros, nuestra singladura es segura.