Con la parábola del grano y la cizaña, del grano de mostaza y de la levadura escondida en la masa, Jesús quiere convertir la forma de pensar de sus discípulos. Les explica que con el grano y la cizaña se refiere al desarrollo del Reino a lo largo de la historia, hasta la consumación de los tiempos. Habla de personas.

El grano son los hijos del Reino, la cizaña son los hijos del Maligno. El sembrador es el Hijo del hombre. Todo se juega en una relación entre hijos. También el Maligno genera hijos. Pero el hijo del Hombre, que es Señor de la historia, sabe que cada hijo se puede convertir durante su historia, y sabe que el mal siempre se mezcla con el bien. Los discípulos le piden con impaciencia: ¡explícanos la parábola de la cizaña en el campo! Tienen prisa. Quieren resolver el problema. Han entendido que hay un enemigo que ha hecho esto, y no conviene permanecer inactivos. Tienen la mano ya sobre las hoces. Habrían podido pedir: explícanos la parábola del trigo y la cizaña. No: les interesa sólo la cizaña. Son como los siervos: quieren acabar pronto. Jesús les explica que así matan también el grano. Sed pacientes. Al fin de los tiempos, se verá.

El grano de mostaza es quizá la más pequeña semilla que conocían en la tierra de Jesús. Es verdad que llega a ser un árbol y supera las demás simientes del campo, pero es un árbol más bien pequeño, no es el cedro del Líbano, pero las aves del cielo allí encuentran reparo. Jesús enseña a los suyos que Dios busca lo pequeño; se esconde en lo pequeño, que da un fruto espiritual impensable. Ese árbol se parece a la cruz de Jesús, donde todos pueden encontrar salvación.

Para los hebreos, la levadora es harina que se ha vuelto mala. Es algo impuro. Por eso en la pascua hay que quitarla durante siete días (Ex 12, 15.19) y los sacerdotes en el templo tienen que evitarla (cfr. Lv. 6, 9-10; 7, 12, etc.). También San Pablo emplea en sentido negativo la imagen de la levadura. Es algo que corrompe (cfr. Lv 6, 9-10; 7, 12, etc.). También San Pablo emplea en sentido negativo la imagen de la levadura. Es algo que corrompe (cfr. 1Cor 5, 6-9). Jesús ayuda a los suyos a salir del paso de las críticas: aunque les digan que son impuros, su acción transformará al mundo. Igual que busca lo pequeño, Dios también busca lo que el mundo rechaza como impuro.

La pureza de Dios no es la que ellos piensan, algo que nadie puede ver ni alcanzar. La pureza de Dios es mezclarse con todos los problemas del mundo, con todos los males del mundo como está haciendo Jesús mismo, para que toda la masa llegue a ser pan para dar de comer. Y así tendrán alimento todas las gentes. La palabra de Jesús llama a los discípulos, y a nosotros, a cambiar nuestro modo de pensar al Reino de Dios. Donde conviven grano y cizaña, que se presenta pequeñísimo y busca lo que el mundo tiende a rechazar.