Muchos de nosotros no merecemos el infierno, pero aun así necesitamos de purificación antes de que podamos entrar en el cielo

En la mayoría de los funerales a los que he asistido, la gente dice con cierta seguridad: «él está en un lugar mejor ahora» o «ella está en el cielo», como si la llegada inmediata de su ser querido en el cielo fuera una conclusión inevitable.

En nuestro dolor queremos creer que nuestros seres queridos han ido al cielo, pero la verdad es que no sabemos exactamente a dónde se dirigen.

La Biblia proporciona evidencia de que no puede haber imperfecciones en el cielo: “Demasiado puros son tus ojos para mirar al mal, y la visión de la miseria no la puedes soportar” (Hab. 1,13).

De acuerdo con el Catecismo, muchos de nosotros no merecemos el infierno pero aun así necesitamos de purificación antes de que podamos entrar en el cielo, es decir, que, cuando morimos, pasamos a través de un estado que la Iglesia llama purgatorio:

«Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo». (CIC 1030)

Pero ¿que cómo es el purgatorio? La mayoría de las descripciones de los santos implican fuego. san Pablo escribe:

«El fundamento ya está puesto y nadie puede poner otro, porque el fundamento es Jesucristo. Sobre él se puede edificar con oro, plata, piedras preciosas, madera, pasto o paja: la obra de cada uno aparecerá tal como es, porque el día del Juicio, que se revelará por medio del fuego, la pondrá de manifiesto; y el fuego probará la calidad de la obra de cada uno. Si la obra construida sobre el fundamento resiste la prueba, el que la hizo recibirá la recompensa; si la obra es consumida, se perderá. Sin embargo, su autor se salvará, como quien se libra del fuego» (1 Cor. 3, 11-15).

El fuego puede ser metafórico, ya que las almas en el purgatorio no tienen cuerpos. Lo que les causa dolor y sufrimiento es su separación de Dios, así como también tienen el gozo de saber que van a entrar en el cielo.

El pensamiento de un ser querido que sufre en el purgatorio es una gran motivación para orar por él, pero hay otra razón. Hay tres estados de la Iglesia: los que estamos en la tierra (Iglesia militante), los que han muerto y están siendo purificados (Iglesia purgante) y los que están en la gloria con Dios (Iglesia triunfante). (CIC 954)

Por la caridad, estamos llamados a encomendar las almas de los fieles difuntos a la misericordia de Dios y orar por ellos. Podemos ayudarles no sólo a través de nuestras oraciones, sino también ofreciendo misas por ellos, dando limosnas y ofreciendo obras piadosas para el beneficio espiritual de los demás.

Durante el mes noviembre, que se dedica a las Benditas Almas del Purgatorio, hay más oportunidades para ayudarles a ganar indulgencias que sólo son aplicables a los difuntos.

  1. Visitar un cementerio: obtener una indulgencia parcial al orar en un cementerio durante noviembre o una indulgencia plenaria por visitar un cementerio cada día entre el 1 y el 8 de noviembre.
  2. Visitar una iglesia u oratorio público el 2 de noviembre: obtener indulgencia plenaria después de recitar devotamente el Padre Nuestro y el Credo en el Día de los Difuntos.

Debemos saber que para ganar una indulgencia plenaria se debe cumplir con las siguientes condiciones: estar en gracia de Dios, querer evitar todo pecado mortal o venial, confesión sacramental, comunión eucarística y orar por las intenciones del Papa (estas 3 últimas condiciones se pueden realizar unos días antes o después de hacer la obra que permite la indulgencia, pero se recomienda que la comunión y oración por las intenciones del Papa se realicen el mismo día). Podemos obtener una indulgencia plenaria por día.

  1. Rezar el descanso eterno: Obtener una indulgencia parcial cuando se recita: Dales Señor el descanso eterno. Y brille para ellos la luz perpetua. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.

Incluso si nuestros seres queridos ya están en el cielo, sigue siendo beneficioso orar por ellos porque puede ser que otra alma necesite la ayuda. Algún día nosotros mismos podríamos necesitar las oraciones de los vivos. En su oración por un emperador difunto, san Ambrosio muestra este amor al prójimo:

«Dale Señor el descanso a tu siervo Teodosio, ese descanso que Tú has preparado para tus santos… Yo lo amo, y por lo mismo también lo seguiré a la tierra de los vivientes, no lo voy a dejar hasta que por mis oraciones y lamentaciones sea admitido al monte santo del Señor…»

Adaptación y traducción al español por: PildorasdeFe.net, del artículo publicado originalmente en Catholic Hotdish. Autor: Susan Klemond