Comentario al IV Domingo de Cuaresma
Laetare! Alégrate, Jerusalén, pueblo de Israel, Iglesia de Dios; alégrate, creyente en Jesucristo, bautizado e hijo de Dios. Porque Israel, después del tiempo del exilio, pudo volver a Jerusalén y reconstruir el templo que había sido destruido. porque Dios es el Señor de la historia. Porque “Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aunque estábamos muertos por nuestros pecados, nos dio vida en Cristo: por gracia habéis sido salvados”. En esta frase a los Efesios leemos palabras con las que Pablo expresa la sobreabundancia del bien. Dios, rico, misericordia, grande, amor, ha amado, dar vida. Cristo, gracia, salvados: diez términos positivos y gozosos frente a solo dos negativos: muerte, culpa.
El ejercicio puede continuar con las frases sucesivas: nos ha resucitado, sentados en los cielos, en Cristo Jesús, mostramos a los siglos venideros, la abundancia de riquezas, la gracia, la bondad con nosotros, en Cristo Jesús, por gracia, sois salvados, mediante la fe, don de Dios, somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para hacer buenas obras, que Dios ha preparado, para que las practicáramos: dieciséis frases positivas, frente a solo tres negativas: que no procede de vosotros, que no procede de las obras, para que nadie se gloríe. En último término son todas positivas, porque es mucho mejor ser salvados por la gracia de Dios que por nuestras obras, que no pueden ser nunca perfectas, y es hermoso no podernos enorgullecer porque vienen de Dios. Por tanto, todo el texto es positivo, el bien que vence al mal del “estabais muertos por vuestros delitos y pecados”, que está escrito en pasado: el mal ya no existe, ha sido vencido por la sobreabundante gracia.
Las últimas palabras de Jesús a Nicodemo refuerzan nuestra alegría. Igual que Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto para que aquel que había sido mordido por las serpientes lo mirara y quedara sano, así el Hijo del hombre será levantado sobre la cruz, y nosotros, mordidos por la serpiente infernal, lo miraremos y, sobre todo, creeremos en él. Mirándolo, creeremos que Dios ha amado tanto al mundo que ha dado a su hijo unigénito. Creeremos en el amor de Dios por el hombre y por el mundo, que lo lleva a no ahorrarse a su Hijo para decirnos, con su muerte obediente, el amor invencible que nos tiene. Creer en su amor incondicional, que no quiere condenar al mundo sino salvarlo. Jesús nos pide que creamos en él, en el amor que lo lleva a la cruz, y que le ayudemos a llevarla. Dios puede aunar la condena injusta y el amor, y nos pide que le sigamos por el mismo camino. Amar, también a través de las injusticias, para unirnos a Cristo crucificado, por amor al mundo.