Cuentos con moraleja: “Un canasto que te puede ayudar a entender la Biblia”
Hace muchos años me contaron la historia de un anciano que vivía en una granja en las montañas de Mendoza (Argentina) con su joven nieto. Cada mañana, el abuelo y su nieto se sentaban a la mesa de la cocina para leer la vieja y estropeada Biblia.
Un día el nieto le preguntó:
- Abuelo, yo intento leer la Biblia, me gusta mucho pero no la entiendo y lo poco que logro entender se me olvida enseguida. ¿Por qué necesitamos leer la Biblia? ¿Qué tiene de bueno?
El abuelo que escuchaba, mientras echaba carbón en la estufa, respondió:
- Querido hijo, toma el canasto de carbón ve al río y tráemelo lleno de agua.
El nieto obedeció a su abuelo, aunque toda el agua se perdió antes de que él pudiera volver a la casa.
El abuelo se rió y dijo:
- Tendrás que caminar más rápido. Y lo envió nuevamente al río con el canasto del carbón para hacer un nuevo intento.
Esta vez el niño corrió todo lo que pudo, pero de nuevo el canasto estaba vacío antes de que llegara a la casa. Casi sin respiración, le dijo a su abuelo:
- Llevar agua en un canasto de carbón es imposible, nunca lo lograré. Si tú quieres que traiga agua iré con otro tipo de recipiente.
Pero el anciano dijo:
- Es que yo no quiero un recipiente de agua, quiero un canasto de agua. Tú puedes lograrlo, trata de ir más rápido y lo conseguirás.
El anciano salió, para ver lo que hacía su nieto. El niño sabía que era imposible, pero quería demostrar a su abuelo que, aun cuando corriese tan rápido como podía, el agua se saldría antes de que llegase a la casa.
Al llegar de nuevo con el canasto vacío, dijo:
– ¡Mira abuelo, es inútil!
– ¿Por qué piensas que es inútil? le preguntó el anciano. Mira dentro del canasto, ¿no ves algo diferente?
El niño miró el canasto y no vio nada especial, pero de pronto se dio cuenta de que, en lugar de estar sucio y lleno de restos de carbón, estaba muy limpio.
- Hijo, le dijo el abuelo, esto es lo que pasa cuando tú lees la Biblia, tal vez no puedes entender o recordarlo todo, pero a medida que la vas leyendo te limpia por dentro. Ésa es la obra de Dios en nuestra vida. Para transformar nuestro interior, debe lavarnos lenta y constantemente hasta producir una limpieza que le permita obrar sin ningún tipo de obstáculos.
Este cuento resume muy bien una bienaventuranza que nos enseñó Jesucristo: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5:8). Sólo los que tienen el corazón limpio son capaces de entender a Dios, comprender sus razones y llegar a “verlo”, de modo incipiente aquí en la tierra, pero luego, de modo pleno y completo, allá en los cielos.