Comentario al V Domingo de Cuaresma
Unos griegos quieren ver a Jesús, se han acercado a la fe de Israel, son prosélitos. En su patria cultivaban el arte y el pensamiento, vivían en la cuna de la filosofía. Van a Felipe, que entiende su lengua, y Felipe va a Andrés. Se ve que Jesús está rodeado ya por cierta estructura jerárquica y organizada: sus discípulos le sirven de secretarios y guardaespaldas. Los griegos no osan llegar directamente a Jesús, prefieren tener una recomendación. Jesús no les responde como a los discípulos del inicio del Evangelio: venid y veréis, ni como a los que querían ver para ser curados,como el ciego de Jericó, al que hace acercarse a él mismo. En este caso se detiene a hablar con Felipe y Andrés. Los griegos se esfuman en el horizonte y no se habla más de ellos.
El hecho de que unos griegos le quisieran ver pone delante de los ojos de Jesús a toda aquella gente, y a las naciones que en el futuro oirían predicar el Evangelio. Por eso habla con Andrés y le dice que, después de la resurrección y del mandato de ir a todas las gentes, será él quien irá a Grecia a anunciar el Evangelio, y a Felipe que irá a Escitia y Frigia. Jesús entrega a Andrés y a Felipe el mensaje que Pablo tratará de explicar a los Corintios: “Los judíos piden signos, los griegos buscan sabiduría, nosotros en cambio, predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados, judíos y griegos, predicamos a Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios”.
Jesús explica a Andrés, con varias imágenes, que si los griegos le quieren ver deberán mirarle colgado en la cruz. Dice que ha llegado la hora de su glorificación, es decir, de su cruz. Cita al grano de trigo que muere y da fruto. Es hermoso que el misterio pascual esté ya anunciado entre los pliegues de la naturaleza. En realidad, el grano de trigo se transforma para dar paso a la espiga. Pero es enterrado, como lo será el cuerpo de Jesús.
Luego, una frase proverbial con el contraste entre amar la vida/odiar la vida en este mundo. Sabemos que tiene un sentido figurado: servir a Jesús, seguirle, significa “perder la vida” para este mundo, pero ser honrados por el Padre. Jesús, en la plenitud de su humanidad, tiene el alma turbada y se pregunta si pedirle al Padre: sálvame de esta hora; pero sabe que ha venido precisamente para vivir esa hora de pasión y muerte, y así manifestar el amor del Padre hacia el mundo. El Padre le confirma con su voz desde el cielo, Jesús sabe que su muerte en la cruz, unida a su resurrección, tendrá el poder de atraer a todos: “Cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”.
Todos nosotros estamos llamados a seguirle, a unir nuestra cruz a su cruz, para atraer a todos hacia él.