Hace tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Entonces se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda piedra.

Algunos de los comerciantes más adinerados del rey y cortesanos vinieron, y simplemente dieron una vuelta alrededor de la roca sin siquiera intentar moverla.

Muchos culparon al rey ruidosamente de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo algo para sacar la piedra grande del camino.

Cierto día, pasaba un campesino que llevaba una carga de verduras. Al aproximarse a la roca, puso su carga en el piso y trato de moverla hacia un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, lo logró. Mientras recogía su carga de vegetales, notó que en el suelo había una cartera, justo donde había estado la roca. La cartera contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey indicando que el oro era para la persona que removiera la piedra del camino. El campesino aprendió lo que los demás nunca entendieron: cada obstáculo en nuestro camino nos brinda una oportunidad para mejorar.

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La vida de cualquier persona está sembrada de miles de obstáculos que ha de superar. Es precisamente esa superación lo que demuestra su fortaleza, su tesón y su deseo de conseguir un fin. Sólo el que quiere de verdad ser discípulo de Cristo es capaz de cargar su cruz cada día y seguirle (Mt 16:24).

Algunos de esos obstáculos serán consecuencias de nuestros propios pecados y debilidades: como es el caso de un fumador empedernido que luego contrae una enfermedad pulmonar. Hay otros obstáculos que sencillamente están ahí en medio; pues la vida no es un camino de rosas sino un valle de lágrimas. De estos obstáculos todos tenemos mucha experiencia personal. Y hay otros obstáculos que no son otra cosa que una prueba de Dios que hemos de superar, para entonces recibir un regalo: esto es el crecimiento en la vida espiritual. Como nos decía Santa Teresa en su libro “Las Moradas”, tenemos que ir dejando unas moradas para avanzar a las siguientes; lo cual supone entrega, renuncia, sacrificio; en una palabra: amor. Es precisamente el amor quien puso esos obstáculos para que nosotros los levantáramos y debajo de ellos descubriéramos un maravilloso regalo que Dios puso para nosotros.

Cuántos regalos ha puesto Dios en medio de nuestro camino, pero por pereza o desgana, por no querer complicarnos la vida o egoísmo, o por un largo etcétera de mil razones nunca gozaremos, pues en lugar de quitar el obstáculo que nos permitiría recibir el regalo, preferimos dar la vuelta y seguir nuestro camino.

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“Noble y gracioso movimiento el del pie o de la mano

que remueven el obstáculo

puesto por la naturaleza o por los hombres

en medio del camino:

desde la corteza de fruta que resbala,

hasta la rama de espino que desgarra las carnes;

desde el guijarro puntiagudo,

hasta las lianas que cierran los senderos.

Qué alegre, que ágil marcha

el que va apartando de los caminos y las veredas

todo lo que es impedimento y obstáculo

para la marcha de los otros.

Cantando va el peregrino,

sin sentir recorre las rutas,

y al atardecer se da cuenta, con jubilosa sorpresa,

de que al apartar y remover

los obstáculos que entorpecían los caminos de los otros,

él despejó maravillosamente su propio camino”.

Amado Nervo