Una profesora de secundaria sacó de su cartera un billete de 20 euros y lo enseñó a sus alumnos de entre trece y quince años, a la vez que les preguntó:

  • “¿A quién le gustaría tener este billete?”. Todos los alumnos levantaron la mano.

Entonces la profesora cogió el billete y lo arrugó, haciéndolo una bola. Incluso lo rasgó un poquito en una esquina y volvió a preguntar:

  • “¿Quién sigue queriéndolo?” Todos los alumnos volvieron a levantar la mano.

Finalmente, la profesora tiró el billete al suelo y lo pisó repetidamente diciendo:

  • “¿Aún queréis este billete?” Todos los alumnos respondieron que sí.

Entonces la profesora les dijo:

  • “Espero que de aquí aprendáis una lección importante hoy. Aunque he arrugado el billete, lo he pisado y tirado al suelo… todos habéis querido tener el billete porque su valor no había cambiado, seguían siendo 20 euros. Muchas veces en la vida te ofenden, hay personas que te rechazan y los acontecimientos te sacuden dejándote hecho una bola o tirado en el suelo. Sientes que no vales nada, pero recuerda, tu valor no cambiará NUNCA para la gente que realmente te quiere. Incluso en los días en los que sientas que estás en tu peor momento, tu valor sigue siendo el mismo, por muy arrugado que estés”.

Para reafirmar esta enseñanza, la profesora les hizo esta prueba a sus alumnos:

Tratad de contestar a estas preguntas:

Nombra las cinco personas más adineradas del mundo.

Nombra cinco ganadores del premio Nobel.

Nombra los cinco últimos ganadores del Óscar como mejor actor o actriz.

¿Qué tal? ¿Mal?

No os preocupéis. Ninguno de nosotros recuerda los titulares de ayer. ¡Los aplausos se van! ¡Los trofeos se empolvan! ¡Los ganadores se olvidan!

Ahora contestad a estas otras:

Nombra tres profesores que te hayan ayudado en tu formación.

Nombra tres amigos que te hayan ayudado en tiempos difíciles.

Nombra cinco personas con las que disfrutes pasar el tiempo.

¿Qué tal? ¿Os fue mejor?

Las personas que marcan la diferencia en nuestra vida no son aquellas con las mejores credenciales, con mucho dinero, o los mejores premios…, son aquellas que se preocupan por ti, que te cuidan, las que de muchas maneras están contigo.

………………….

Hace unos días recibía este correo enviado por una señora que ahora está pasando momentos muy difíciles en su vida. Parece ser que alguien que le quería bien se lo había mandado para animarle un poco. Hablando después con ella unos minutos, pude comprobar que su efecto había sido realmente positivo. Ahora bien, el efecto de todas estas “ayudas de marcado tinte psicológico” suele ser positivo, pero muy efímero y pasajero. No es extraño que un par de horas después de una reacción psicológica positiva los efectos hayan pasado y la persona se encuentre en la misma situación de tristeza que antes. Si realmente queremos ir al fondo y ayudar a solucionar este tipo de problemas – sabiendo por supuesto que las soluciones de tipo psicológico ayudan- hemos de buscar el apoyo de nuestra fe. La razón principal que puede ayudar a una persona que tiene fe es hacerle tomar conciencia de cuánto le ama Dios. Si estamos bautizados, somos hijos de Dios. Y si Dios es nuestro Padre, podemos estar seguros de que su ayuda no nos faltará.

Saber que tenemos a Dios como Padre y María como Madre ha de ser más que suficiente para sacar a una persona de la más profunda crisis o momento de tristeza.

Recordemos algunas palabras de los santos que vienen a corroborar lo que ahora estamos diciendo:

Santa Teresa decía con habitual gracia frases como estas: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta”, o esta otra, “Un santo triste es un triste santo”; y también ésta: “Si en medio de las adversidades persevera el corazón con serenidad, con gozo y con paz, esto es amor”.

San Josemaría Escrivá de Balaguer: “La dicha del cielo está reservada por Dios para aquellos que supieron ser felices en la tierra”. Y es que, para un cristiano, la cruz no es sino la otra cara del amor. Por eso, podremos estar crucificados y pasándolo mal, pero el saber que estamos clavados junto a Él llena de gozo y de paz nuestro corazón.

La Virgen María sirve también de gran ayuda en los momentos difíciles. Ella ayudó a los recién casados de Caná cuando se habían quedado sin vino. Ella acompañó y consoló a su Hijo, a san Juan y a las demás mujeres en el duro momento la cruz. No en vano decimos en las letanías del Rosario que ella es “causa de nuestra alegría”.

Aunque la razón principal nos la da el mismo Jesucristo: “Os daré una alegría que nadie os podrá arrebatar” (Jn 16: 20-23).

Nuestro valor real viene del hecho de tener un Padre que realmente nos ama y cuida de nosotros. ¿Acaso alguna vez has dudado del amor de Dios? Mira lo que nos decía el mismo Jesucristo:

“No os inquietéis por vuestra vida, sobre qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, sobre qué os vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su vida un solo codo? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Mirad a los lirios del campo cómo crecen: no se fatigan ni hilan. Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada al fuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No os preocupéis, pues, diciendo: ¿qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos? Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad. Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”. (Mt 6: 25-33)