Saludó a Isabel. ¿Cómo habrá sido el saludo de María? Lucas, para describir los primeros momentos del encuentro entre las dos amigas, destaca la voz de María y el oído y la voz de Isabel. Tan pronto como Isabel oye la voz de María saludándola, su niño salta de alegría en su vientre. Por el tono de la voz se pueden comprender muchas cosas.

Especialmente las mujeres saben leer la voz. El sonido del saludo puede haber llegado incluso antes que la mirada y que el encuentro en persona, que el abrazo de las sonrisas y de las lágrimas. La casa que la tradición ha transmitido como de Zacarías, en Ain Karin, es amplia y tiene un gran jardín. Por su posición social es razonable pensar que la casa de Zacarías fuera grande. María entra en la finca y señala su presencia desde la distancia, con un fuerte saludo. Para llegar inmediatamente a Isabel, su pariente y amiga, entre las distintas habitaciones o en el gran jardín, le envía su inconfundible y hermosa voz. El relato de Lucas no contiene verbos que indiquen verse o reencontrarse, arrojarse al cuello. Predomina la escucha de la voz del saludo de María, y de la voz de Isabel que responde “con un gran grito”: una voz altísima que permanece en la memoria de “la madre de mi Señor”, para toda la vida.

¿Qué palabras usó María en su saludo? Quizás las mismas que Gabriel, que le habían impresionado y cambiado su vida: “¡Kaire Elisabeth! ¡Alégrate, Isabel, soy María, he llegado, estoy aquí en el jardín!”. O similares a las que Jesús resucitado dirigió a los discípulos: “¡La paz esté con vosotros!”, “la paz sea contigo, Isabel”. Shalom! Que es un deseo de salud, felicidad, bendición y paz. O palabras personales, con ese apodo o diminutivo cariñoso que era común entre ellas. O simplemente el nombre de Isabel, en arameo Elischeba, que significa “Dios es perfección” o “Dios es juramento” o “la que jura por Dios”. En la cultura de María e Isabel, pronunciar el nombre marcaba la identidad de una persona y significaba entrar en una relación profunda con ella. Al decir el nombre de Isabel, María agradeció en voz alta a Dios por haber cumplido su palabra en ella. Y le comunicó al mismo tiempo, familiarmente, que ya era consciente de la gracia que había recibido.

¿Cuál fue el tono y la calidez de ese saludo? Un saludo de una mujer joven, de voz fuerte y hermosa, que busca a una amiga a la que hace tiempo que no ve, y que no sabe de su llegada. Un saludo lleno de espera tres días de viaje, un saludo preparado en la imaginación. “¿Quién sabe cuál será su sorpresa? Pensará que no me había enviado ninguna noticia del niño y se preguntará cómo me enteré y por quién”. La expectativa crea espera, la espera aumenta la emoción.