Comentario a la Fiesta del Bautismo del Señor
El relato del bautismo de Jesús en el Jordán, según Lucas, es introducido en la Misa por Isaías, con la exhortación a consolar a Jerusalén porque su tribulación ha llegado a su fin: “Hablad al corazón de Jerusalén y gritadle que se ha cumplido su servidumbre, ha sido expiada su culpa».
Juan está presente en la profecía en la que él mismo se identifica: “Una voz grita: ”En el desierto, preparad el camino del Señor, en la estepa haced una calzada recta para nuestro Dios”.
Y después de la voz “la gloria del Señor será revelada y todos los hombres juntos la verán”. Una profecía que empieza a cumplirse en la teofanía después del bautismo de Jesús.
Por eso Pablo puede escribir a Tito que esto ha sucedido, con palabras que evocan de manera sugerente la encarnación del Verbo: “se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación a todos los hombres”. Se trata de nuestro Salvador Jesucristo que “se entregó a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad”.
Más adelante exprime el mismo evento con palabras similares: “cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, nos salvó, no por las obras justas que hubiéramos hecho nosotros, sino por su misericordia, con un agua que regenera y renueva en el Espíritu Santo, que Dios ha derramado sobre nosotros en abundancia por medio de Jesucristo, nuestro Salvador”.
Jesús es, pues, la gracia de Dios que ha aparecido, y la bondad de Dios y su amor por los hombres que también se han manifestado se han hecho visibles y obran por el agua que regenera, sin mérito de nuestra parte.
Pablo en estos dos textos usa el verbo griego “epifaino” (aparecer, brillar, manifestarse), que es el mismo que usa Lucas en el himno de Zacarías cuando, después de hablar de la misión de su hijo Juan, dice que “Gracias a la ternura y misericordia de nuestro Dios, nos visitará un sol que sale de arriba, para brillar sobre los que están en tinieblas”. Juan va por delante de Jesús y nos dice cómo será su bautismo: con Espíritu Santo y fuego. Fuego que quema los pecados y Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios.
La gracia, la bondad y amor de Dios por los hombres aparecieron a los Magos después de que apareció su estrella. Se manifiesta hoy en su Bautismo, segunda Epifanía. En el cuento de Lucas el bautismo de Jesús se cita como ya efectuado.
Es más central la apertura de los cielos y la oración de Jesús: ahora ya no hay distancia entre el cielo y la tierra. El abrazo del Padre en Cristo se extiende a la creación y a sus hijos.
Vemos al Espíritu Santo y escuchamos la voz del Padre. A cada uno de nosotros nos dice: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido”. Escuchemos esas palabras con fe actual.