Llega una mujer muy asustada al consultorio de su ginecólogo y le dice:

– Doctor, ¡por favor, ayúdeme, tengo un problema muy serio! Mi bebé aún no cumple un año y ya estoy de nuevo embarazada. No quiero tener hijos en tan poco tiempo, prefiero un espacio mayor entre uno y otro…

El médico entonces le preguntó:

  • Muy bien, entonces, ¿qué quiere que yo haga?

Ella respondió:

  • Deseo eliminar mi embarazo y quiero contar con su ayuda.

El médico se quedó pensando un poco y después de algún tiempo de silencio le dice a la mujer:

  • Creo que tengo un método mejor para solucionar el problema y es menos peligroso para usted.

La mujer sonrió, pensando que el médico aceptaría ayudarla.

Él siguió hablando:

  • Vea bien, señora: para no tener que estar con dos bebés a la vez en tan corto espacio de tiempo, vamos a matar a este niño que está en sus brazos. Así usted podrá descansar para tener el otro, tendrá un periodo de descanso hasta que el otro niño nazca. Si vamos a matar, no hay diferencia entre uno y otro niño. Y hasta es más fácil sacrificar éste que usted tiene entre sus brazos, puesto que usted no correrá ningún riesgo.

La mujer se asustó y dijo:

  • ¡No, doctor! ¡Qué horror! ¡Matar a un niño es un crimen!

Y el doctor le respondió:

– También pienso lo mismo, señora, pero me pareció usted tan convencida de eso, que por un momento pensé en ayudarla.

El médico sonrió y, después de algunas consideraciones, vio que su lección surtía efecto: convenció a la madre de que no hay la menor diferencia entre matar un niño que ya nació y matar a uno que está por nacer y que está vivo en el seno materno.

Si hubiese más médicos así, el mundo sería mucho mejor.