Comentario al XIII Domingo del Tiempo Ordinario
Comienza el viaje de Jesús a Jerusalén, central en el Evangelio de Lucas. En el griego, Lucas menciona tres veces el rostro de Jesús. “La decisión firme” de ir a Jerusalén la expresa así: “Endureció su rostro para caminar hacia Jerusalén”; el envío de los mensajeros: “Envió mensajeros ante su rostro”; y la causa del rechazo de los samaritanos: “Porque su rostro estaba en camino hacia Jerusalén”.
Lucas nos muestra el rostro de Jesús que revela el del Padre. El rostro de Jesús parece duro, pero en realidad es firme en su decisión de amor de dar su vida por todos en Jerusalén, tenaz en la ternura y la misericordia. Quiere resistir a los que se oponen al plan de salvación que se cumplirá allí.
Los judíos evitaban Samaria en su camino a Jerusalén porque los samaritanos eran infieles, pero Jesús pasa por allí a propósito. Ha enviado mensajeros, tal vez los propios Santiago y Juan, que, molestos por su negativa, piden a Jesús permiso para pedir fuego del cielo para consumirlos. Jesús se vuelve y muestra su rostro, decidido a seguir siendo misericordioso, incluso con los que le rechazan. Para reprender a Santiago y Juan, utiliza el mismo verbo con el que expulsa a los demonios. Los que quieren impedirles caminar en la lógica de Dios son considerados por él como “Satanás”, como Pedro.
Lucas relata en los Hechos: que Samaria es el primer destino, después de Judea, indicado por Jesús a los apóstoles para su testimonio; que durante la persecución de Saulo los cristianos huyeron a Samaria, donde llevaron la palabra de Dios; que Pedro y Juan fueron enviados allí, e impusieron las manos a los samaritanos que recibieron el Espíritu Santo: ese era el fuego del cielo que Jesús quería para Samaría.
Ir, caminar, seguir, son palabras frecuentes en este pasaje. Jesús enseña a tres aspirantes discípulos que hay que tener en cuenta para seguirle. Si queremos seguirle en todo lugar, Jesús nos advierte que él no es un refugio, una solución a todos los problemas, un lugar protegido de las dificultades de la vida, sino todo lo contrario. Si, al escuchar su llamada, le decimos que antes de seguirle tenemos cuerpos que enterrar, heridas, historias y malentendidos del pasado que resolver, nos dice que dejemos de lado a esas cargas y nos lancemos con él a la misión.
En tercer lugar, nos anima a librarnos de los condicionamientos de las personas que amamos y que nos aman, pero que pueden ser un obstáculo para seguir a Jesús. Los campesinos que ponían las manos en el arado miraban hacia adelante porque así se enderezaba el surco. También los que siguen al Maestro deben mirar hacia adelante, hacia el futuro, hacia la novedad de vida que Él siempre es capaz de proponernos y realizar.