Cuentos con moraleja: “Estar siempre preparados”
Debemos estar preparados en todo momento, no con miedo, sino con la confianza que nos da el amor. Cuando esperamos la llegada de alguien a quien amamos, nos preparamos para recibirle y procuramos tener a punto todo cuanto necesita para que esté a gusto entre nosotros.
Un famoso escritor italiano relataba en su diario de viajes:
- Llegué a Villa Areconati, junto al lago de Como, una joya de los Alpes italianos. Un jardinero me abrió la pesada puerta de hierro y me condujo a través del admirable jardín de la mansión. Mientras caminábamos por aquel hermoso parque, se desarrolló la siguiente conversación:
- ¿Cuánto tiempo hace que está usted aquí?
- Veinticinco años.
- ¿Y cuántas veces ha visitado su amo esta propiedad?
- Unas cuatro veces, si mal no recuerdo.
- ¿Y cuándo vino por última vez?
- Hará unos doce años.
- Entonces le escribirá o le llamará por teléfono.
- No, nunca lo ha hecho.
- Entonces, ¿con quién trata usted?
- Con el administrador, que vive en Milán.
- ¿Viene a menudo?
- No, nunca. Sólo hablamos por teléfono.
- Entonces, ¿quién viene aquí?
- Casi siempre estoy solo; algunas veces viene algún foráneo a visitar la finca.
- No obstante, usted tiene el jardín tan bien cuidado y tan hermoso como si su amo fuera a venir mañana.
- Hoy mismo, señor, mi amo podría venir hoy mismo.
Ésta fue la respuesta de un jardinero laborioso y consciente de su tarea. Y esta respuesta es un modelo de cómo tenemos que vivir nuestra vida.
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Nuestro corazón siempre debe estar preparado para rendir cuentas; no tanto por miedo cuanto por amor a la persona con la que nos vamos a encontrar. ¡Cuántas personas han olvidado esta verdad tan elemental! Viven sin pensar nunca que un día tendrán que rendir cuentas de sus acciones. Se encierran en su propio mundo y se olvidan de su Creador.
Este cuento es un maravilloso ejemplo de cómo deberíamos vivir: teniendo siempre nuestro jardín arreglado para ofrecérselo como fruto de nuestro amor a Dios nuestro Señor. Y si el amor no fuera suficiente para hacernos cambiar de conducta, no olvidemos nunca el aviso que el mismo Señor nos hizo: “Estad siempre vigilantes, pues cuando menos lo penséis vendrá el Hijo del Hombre” (Cfr. Mt 24: 42-51)