Debemos estar preparados en todo momento, no con miedo, sino con la confianza que nos da el amor. Cuando esperamos la llegada de alguien a quien amamos, nos preparamos para recibirle y procuramos tener a punto todo cuanto necesita para que esté a gusto entre nosotros.

Un famoso escritor italiano relataba en su diario de viajes:

  • Llegué a Villa Areconati, junto al lago de Como, una joya de los Alpes italianos. Un jardinero me abrió la pesada puerta de hierro y me condujo a través del admirable jardín de la mansión. Mientras caminábamos por aquel hermoso parque, se desarrolló la siguiente conversación:
  • ¿Cuánto tiempo hace que está usted aquí?
  • Veinticinco años.
  • ¿Y cuántas veces ha visitado su amo esta propiedad?
  • Unas cuatro veces, si mal no recuerdo.
  • ¿Y cuándo vino por última vez?
  • Hará unos doce años.
  • Entonces le escribirá o le llamará por teléfono.
  • No, nunca lo ha hecho.
  • Entonces, ¿con quién trata usted?
  • Con el administrador, que vive en Milán.
  • ¿Viene a menudo?
  • No, nunca. Sólo hablamos por teléfono.
  • Entonces, ¿quién viene aquí?
  • Casi siempre estoy solo; algunas veces viene algún foráneo a visitar la finca.
  • No obstante, usted tiene el jardín tan bien cuidado y tan hermoso como si su amo fuera a venir mañana.
  • Hoy mismo, señor, mi amo podría venir hoy mismo.

Ésta fue la respuesta de un jardinero laborioso y consciente de su tarea. Y esta respuesta es un modelo de cómo tenemos que vivir nuestra vida.

*** *** ***

Nuestro corazón siempre debe estar preparado para rendir cuentas; no tanto por miedo cuanto por amor a la persona con la que nos vamos a encontrar. ¡Cuántas personas han olvidado esta verdad tan elemental! Viven sin pensar nunca que un día tendrán que rendir cuentas de sus acciones. Se encierran en su propio mundo y se olvidan de su Creador.

Este cuento es un maravilloso ejemplo de cómo deberíamos vivir: teniendo siempre nuestro jardín arreglado para ofrecérselo como fruto de nuestro amor a Dios nuestro Señor. Y si el amor no fuera suficiente para hacernos cambiar de conducta, no olvidemos nunca el aviso que el mismo Señor nos hizo: “Estad siempre vigilantes, pues cuando menos lo penséis vendrá el Hijo del Hombre” (Cfr. Mt 24: 42-51)