San Felipe Neri consideraba que la primera virtud de un santo es la humildad. Había en su época una religiosa de la que todos hablaban, pues se decía que tenía revelaciones. Un día, el Papa mandó precisamente al padre Felipe a aquel convento para que valorara la santidad de la monja.

El tiempo empeoró y la lluvia caía como solo Dios la sabe mandar, así que san Felipe Neri se puso de barro hasta las rodillas.

Llegado al convento, preguntó enseguida por la monja y… ahí viene: seria, muy seria, afligida, totalmente perdida en Dios.

El santo se sienta, extiende la pierna y le dice a la monja:

—¡Quitadme los zapatos!

La monja se enfureció. Alzó el mentón y permaneció inmóvil e indignada.

San Felipe no hizo preguntas, ya había visto bastante. Tomó su capa, se puso el sombrero y volvió a ver al Papa para comunicarle que, según él, una persona tan altiva no podía ser una santa.

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La auténtica santidad es difícil de conseguir, pero fácil de descubrir, pues requiere del candidato una virtud esencial: la humildad. Si tiene muchas otras virtudes, pero le falta la humildad, podemos estar seguros de que de santo no tiene nada.

Para nosotros, que intentamos llevar una seria vida espiritual, este cuento transmite una gran enseñanza. Con mucha frecuencia llenamos nuestro día de oraciones, sacrificios, visitas a enfermos, actos de caridad. Todo ello está muy bien, pero si nos falta la humildad podemos estar seguros de que nuestra santidad es falsa. Examinemos pues cómo vamos de adelantados en esa virtud, pues si no crecemos en ella podemos estar seguros de que lo que estamos fabricando no es una vida espiritual seria, sino solo un castillo de naipes.

El problema de esta virtud es cómo autoevaluarse en ella, pues si nos creemos humildes podemos estar seguros de que no lo somos. El auténtico santo se encuentra tantos defectos que nunca admitiría que es virtuoso y humilde. Como en el caso de san Felipe Neri, una sencilla prueba fue suficiente para descubrir en esta monja que no había humildad y como consecuencia estaba muy lejos de la santidad.