Hoja Dominical Semanal nº 3 / 22 de noviembre de 2020
Parroquia de San Antonio
Un joven fue a una reunión bíblica en la casa de un matrimonio amigo. El matrimonio dividió el estudio entre oír a Dios y obedecer la palabra del Señor. El joven sólo quería saber si Dios aún hablaba con las personas y escuchaba sus oraciones.
Después de la reunión, se fue a tomar un café con los amigos. Eran aproximadamente las 10 de la noche cuando el joven se despidió de sus amigos y se dirigió a su casa.
Ya en su coche, comenzó a pedir:
Mientras conducía por la avenida principal de la ciudad, tuvo un pensamiento muy extraño, como si una voz hablase dentro de su cabeza:
Movió su cabeza y dijo en voz alta:
No obtuvo respuesta y continuó hacia su casa. Sin embargo, nuevamente, surgió el pensamiento:
El joven pensó en Samuel: cómo él no reconoció la voz de Dios y cómo Samuel corrió hacia Él.
Total, él podría también usar la leche. Así que paró, compró la leche y continuó su camino a casa. Cuando pasaba por la séptima avenida, nuevamente escuchó una voz interior:
Nuevamente sintió que debería haber girado en la séptima avenida. Giró y se dirigió por la séptima avenida. Medio en broma, dijo en voz alta:
Siguió avanzando algunas calles más, cuando de repente sintió que debía parar. Se detuvo y miró a su alrededor. Era una área comercial y residencial. No era la mejor zona, pero tampoco era la peor de la vecindad.
Los establecimientos estaban cerrados y la mayoría de las casas estaban a oscuras, como si las personas ya se hubiesen ido a dormir, excepto una al otro lado de la calle y que estaba cerca. Nuevamente, sintió algo:
El joven miró la casa. Comenzó a abrir la puerta del coche, pero se volvió a sentar.
Una vez más, sintió que debería ir a dar la leche. Finalmente, abrió la puerta.
Atravesó la calle y llamó al timbre. Pudo oír un barullo desde dentro, parecido al llanto de una criatura. La voz de un hombre sonó altamente:
La puerta se abrió antes de que el joven pudiese huir. De pie, estaba un hombre vestido con pantalones vaqueros y camiseta y cara de pocos amigos.
Éste no dijo nada: sólo le entregó la botella de leche y le dijo:
El hombre tomó la leche y corrió hacia dentro hablando. Después, una mujer pasó por el corredor con la leche en dirección a la cocina. El hombre la seguía, sosteniendo en brazos una criatura que lloraba. Lágrimas corrían por el rostro del hombre y luego comenzó a hablar, medio sollozando:
—Nosotros rezamos. Tenemos muchas deudas por pagar este mes y el dinero se nos había acabado. No teníamos leche para nuestro bebé. Hemos pedido a Dios que nos mostrase una manera de conseguir leche.
Su esposa dijo en voz alta desde la cocina:
El joven tomó su cartera y sacó todo el dinero que había en ella y se lo dio al hombre. Se dio media vuelta y se fue a su vehículo mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Había experimentado que Dios todavía respondía a las peticiones justas y verdaderas.
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Dios siempre escucha nuestras oraciones. No en vano Él nos dijo: “Pedid y se os dará”. Ahora bien, nosotros sabemos por experiencia propia que no todo lo que le pedimos al Señor nos es concedido.
Por otro lado, vemos cómo los santos y la Virgen eran capaces de conseguir de Dios todo, incluso cambiar la voluntad de su Hijo (boda de Caná). ¿Cuál será la diferencia entre su modo de pedir y el nuestro? ¿Por qué ellos sí lo conseguían y nosotros no?
Hay una serie de pistas que nos ofrecen algo de luz: el Señor nos da una de las claves de la oración fructífera: “Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, Él os lo otorgará” (Jn 14:13). Por otro lado, los santos raramente pedían para ellos: siempre pedían para los demás. Hemos de aprender también de los niños. ¿Habéis visto cómo piden los niños? Lo hacen de tal modo que casi siempre consiguen lo que desean: lo hacen con insistencia, con cariño y con fe. Ellos saben que sus “todopoderosos” padres se lo pueden conseguir. Otro elemento muy importante de la oración de petición es la humildad. Recordemos la oración del fariseo y del publicano: sólo el publicano fue escuchado.
Podría ocurrir que a nuestra oración le faltara alguna de estas propiedades.