El arzobispo de Santiago presidió el pasado domingo 2 de julio en la Catedral compostelana la Eucaristía en la que fueron ordenados sacerdotes Ernesto Gómez Juanatey y Mateo Aguado Domínguez. Es la primera vez que monseñor Francisco Prieto administra el sacramento del Orden Sacerdotal como titular de la Sede compostelana

En su homilía el prelado manifestó el profundo e íntimo vínculo que supone ser llamado por Jesús y recibir, por medio de la Iglesia, el don del ministerio sacerdotal: “Nuestra identidad como sacerdotes se acredita en la intimidad con el Maestro: el mismo Jesús, que llama a los que quiere para enviarlos en su nombre, nos llama a compartir su vida, a habitar en su casa y asistir a su escuela de vida, una verdadera escuela pascual que nos conduce, por la cruz, de la muerte a la vida”.

En este sentido, el arzobispo añadió que “en el centro de nuestra vida sacerdotal está Cristo, la amistad y la pasión por Él y por la causa del Reino de Dios. Solo desde esta centralidad tendremos credibilidad evangelizadora, porque daremos respuestas a las preguntas más profundas del hombre, no con la facilidad de los argumentos, sino con la claridad y la maestría del testimonio de ser pastores según el corazón de Dios”.

Monseñor Prieto se dirigió a los candidatos al presbiterado con estas palabras: “Los que hoy vais a ser ordenados presbíteros entraréis a formar parte de una familia sacerdotal, forjada por la generosidad de tantos sacerdotes, conscientes de sus debilidades y sostenidos por la misma fidelidad del Señor, en la que únicamente es posible la nuestra”. Y añadió: “Vais a ser pastores en medio de este pueblo de Dios, de esta Iglesia en Santiago que vive y habita en nuestras familias, parroquias, comunidades, grupos y movimientos. No hay identidad y, por tanto, alegría de ser sacerdote, sin pertenencia activa y comprometida con el pueblo fiel de Dios”

Una vez acabada la homilía los próximos manifestaron su deseo de ser ordenados y la voluntad de vivir su ministerio con humildad y el alma limpia para proclamar la fe según el Evangelio y la Tradición de la Iglesia. A continuación, los dos prometieron celibato, oración y obediencia.

El sacramento del Orden es conferido por la imposición de las manos del arzobispo seguida de una oración consecratoria solemne que pide a Dios para los ordenandos las gracias del Espíritu Santo requeridas para su ministerio.

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