Al inicio de la celebración litúrgica de la Solemnidad del Apóstol Santiago, el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Bernardito Auza, impuso a monseñor Francisco Prieto el palio arzobispal, un distintivo que portan los arzobispos y que es símbolo de la comunión de estos con el Papa.

El arzobispo de Santiago recibió el pasado 29 de junio este palio bendecido por el Papa Francisco en la Solemne Eucaristía que se celebró en la Basílica de San Pedro.

El palio arzobispal es una faja de lana blanca hecha de dos corderos criados por las religiosas del convento romano de San Lorenzo, en Panisperna. Estos animales son bendecidos el día 21 de enero, día en que se conmemora el martirio de santa Inés, y el palio es tejido por las religiosas benedictinas de Santa Cecilia del Trastevere. Una vez elaborados, se colocan en un cofre de plata junto al sepulcro de san Pedro, en el llamado nicho de los palios, donde se custodian durante un año, por lo que se consideran reliquias de tercer grado, por contacto. La faja mide entre 4 y 6 centímetros de ancho y está adornada con seis cruces negras, que simbolizan las heridas de Cristo, y dos orlas de seda negra. También lleva tres alfileres por los tres clavos usados en la crucifixión de Jesucristo. En la solemnidad de san Pedro y san Pablo, durante la Eucaristía en la basílica de San Pedro, los palios son portados por varios diáconos desde el sepulcro de San Pedro y son bendecidos por el Papa —«que quienes por tu don lleven estos palios se reconozcan como pastores de tu rebaño»—. Los arzobispos nombrados durante el año, presentes en la basílica, pronuncian su juramento de fidelidad y obediencia a la Iglesia y al Papa. En definitiva, el palio representa la presencia de Cristo en el trabajo del arzobispo: es un ornamento litúrgico signo de comunión con el Santo Padre y de la misión del arzobispo de ser buen pastor.