La lepra, aunque ahora curable, fue durante mucho tiempo una enfermedad muy contagiosa, incurable y profundamente destructiva, lo que llevó a sus víctimas a ser excluidas a la fuerza de la sociedad. Así ocurría en el antiguo Israel, y los acontecimientos de las lecturas de hoy se inscriben en este contexto. Los leprosos tenían que vivir apartados y advertir a la gente de su condición de enfermos.

En el Evangelio de hoy, el leproso se acerca a Jesús. Muestra una gran confianza en el Señor y no siente la necesidad de mantenerse a distancia: tal es la confianza que inspira Cristo. La Iglesia quiere que aprendamos que no necesitamos mantenernos a distancia de Jesús, incluso cuando nos sentimos leprosos espirituales por nuestros pecados. Podemos recibir su toque salvador y sanador, especialmente a través del sacramento de la Confesión. Una vez que Cristo nos toca a través de la Confesión, estamos preparados para que entre en nosotros en la Sagrada Comunión.

El leproso consiguió superar la desesperación. Muchos otros leprosos a lo largo de la historia probablemente no lo hicieron. La realidad de su enfermedad les llevó a aislarse, al autodesprecio y a la necesidad de huir en lugar de acercarse a los demás. Una parte esencial de la curación es acercarse a los demás, a quienes pueden comprendernos y ayudarnos. Sobre todo, necesitamos la confianza de acercarnos a Cristo para una curación profunda y duradera.

Lo hacemos mediante la oración, que no tiene por qué ser muy sofisticada. El leproso tenía una simple petición que hacer: “Si quieres, puedes curarme”. No fue la calidad o la cantidad de sus palabras lo que conmovió a Jesús, sino la intensidad de su deseo y de su fe. Esto está bellamente expresado en estas palabras: “Suplicándole de rodillas”.

Jesús se conmueve por su humildad y su fe. El leproso no asume el fracaso, asume la posibilidad del éxito, asume el poder de Jesús para curarle. Lo único que estaba en duda era si Nuestro Señor quería hacerlo. Sí, la actitud del leproso era imperfecta: varios otros relatos de milagros en los Evangelios muestran a personas con una confianza absoluta tanto en el poder de Cristo como en su voluntad de actuar. El leproso no está seguro de esto último. Aún no comprende la profundidad de la compasión de Cristo. Del mismo modo, Nuestro Señor cura al hombre sabiendo que su desobediencia a su mandato y su falta de discreción le causarán problemas. Pero esto también nos ayuda a nosotros, porque nos consuela saber que Jesús no exige una fe o una fidelidad perfectas para mostrar su misericordia.