Cuentos con moraleja: “¿Quién empaqueta tu paracaídas?”
Esta es la breve historia de Charles Plumb, piloto de un bombardero norteamericano durante la guerra de Vietnam. Después de muchas misiones de combate, su avión fue derribado por un misil. Plumb se lanzó en paracaídas, fue capturado y llevado a una prisión vietnamita. Seis años después regresó a Estados Unidos y empezó a dar conferencias relatando su odisea y lo que aprendió en la prisión.
Un día estaba sentado en un restaurante en Kansas City y un hombre que estaba también sentado comiendo en el restaurante dos mesas más allá se le quedó mirando fijamente: segundos después se levantó y se acercó a su mesa:
– ¡Tú eres Charles Plumb! ¡Eras piloto en Vietnam y te derribaron! ¿Verdad?
– ¿Cómo sabe eso? Le preguntó Plumb.
– Porque yo era el soldado que empaquetaba tu paracaídas en el portaaviones “El Halcón Kitty”, dijo el hombre.
Plumb casi se ahogó de sorpresa y gratitud.
– Parece que le funcionó bien, ¿verdad?
– Claro que funcionó. Si no hubiera funcionado, hoy yo no estaría aquí.
Plumb no pudo dormir esa noche, preguntándose:
- ¡Cuántas veces lo vi en el portaviones y no le dije ni buenos días, porque yo era un arrogante piloto y él era un humilde marinero!
Pensó también en las horas que ese marinero pasaba en las entrañas del barco enrollando los hilos de seda de cada paracaídas, teniendo en sus manos la vida de alguien que no conocía.
Hay en la vida de cada uno de nosotros muchas personas, con las cuales nos cruzamos a diario o no, que hacen nuestra vida posible y más placentera. Personas de las cuales dependemos de un modo u otro y que incluso quizás ni conozcamos, pero sin las cuales no podríamos realmente vivir. ¿Se ha detenido alguna vez a pensar cuántas personas nos ayudan todos los días? ¿Cuántas personas que trabajan por la noche para que nosotros podamos tener pan recién hecho todos los días? Médicos, enfermeras, taxistas, electricistas, recogedores de basura y cientos más los tenemos siempre a nuestro servicio.
Todos formamos un entramado que llamamos sociedad. En ella vivimos. De ella recibimos muchas cosas, y a ella también nosotros aportamos nuestro granito de arena. A veces no somos conscientes de toda esa ayuda que normalmente recibimos y que sólo echamos de menos cuando falta: una huelga de profesores, médicos o basureros.
Deberíamos, al menos, ser más agradecidos con aquellos de los cuales recibimos ayuda directa todos los días. ¿Qué sería de una familia si no hubiera un padre que se sacrificara todos los días para poder traer la comida a casa? ¿Qué sería si un día cuando fueras a ponerte ropa limpia vieras que tu madre no la había lavado?
Ahora, nuestro piloto de avión nos pregunta a todos: ¿quién empaquetó hoy tu paracaídas? A veces, en los desafíos que la vida nos lanza a diario, perdemos de vista las personas que nos “salvan” en el momento oportuno sin que se lo pidamos.
Aprovecha esta semana para descubrir y agradecer a todas aquellas que empaquetan tu paracaídas día a día. Y entre ellos, no olvides de modo muy especial a tu madre, esté en la tierra o en el cielo. De ella recibimos, primero de todo, la vida; y, después, día a día: ¡cuántos regalos, desvelos, caricias, besos! Y de entre todas las madres, no olvides a aquella que Dios nos regaló, la suya propia: María, Nuestra Madre del Cielo.