Como hacemos todos los primeros jueves de mes, el día 5 de diciembre tendremos nuestra oración ante Jesús Sacramentado de 20’30 a 22.

 

 

Alma de Cristo, santifícame

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.

Oh, mi buen Jesús, óyeme.

Dentro de tus llagas escóndeme.

Y mándame ir a ti.

Para que con tus santos y ángeles.

Te alabe y te bendiga eternamente. Amén.

 

 

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? (Lope de Vega)

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí!
¡Qué extraño desvarío, si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
Cuántas veces el ángel me decía:
«¡Alma, asómate ahora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía!»
y ¡cuántas, hermosura soberana,
«mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

 

 

Acto de desagravio ante el Santísimo Sacramento

Señor Jesús, nos arrodillamos ante ti, reconociendo tu presencia real en el Santísimo Sacramento. Te agradecemos inmensamente tu permanencia con nosotros y la fe que nos has dado.
Con profundo dolor sentimos que tantos hombres, redimidos por ti, te olviden y ofendan; que en tantos sagrarios estés solitario y en tantos hogares no seas invitado.
Nosotros, arrepentidos de nuestros pecados, queremos en la medida de nuestras fuerzas hacerte compañía por cuantos te abandonan y dedicarte completamente nuestra vida, como ofrenda y desagravio a tu Corazón pleno de amor hacia nosotros.
Santa María, Madre nuestra, confiamos en tu Inmaculado Corazón que nos alcances gracias para perseverar en la fe, animarnos por la esperanza y vivir la caridad, como satisfacción por todos nuestros pecados y para la salvación del mundo.
Por todas las blasfemias, sacrilegios, profanación de fiestas que se cometen contra el nombre de Dios y contra sus templos.
Perdón, Señor, perdón.
Por todos los ataques a la Iglesia, persecuciones y propagandas de ateísmo.
Por los apóstatas, los que desprecian el Magisterio de los Papas y todos los falsos profetas.
Por todas las opresiones de gobierno, de esclavitud, de delincuencia, todas las injusticias laborales, familiares, sociales.
Por todos los actos inhumanos de violencia, asesinatos, torturas, malos tratos, robos, estafas, extorsiones.
Por toda la inmoralidad y corrupción: en el trabajo profesional, en las relaciones, espectáculos, diversiones, modas, lecturas, bebidas, drogas.
Por todos los pecados de escándalo y de respeto humano.
Por todos los pecados contra la santidad de la familia y contra el amor fraterno.
Por los sacerdotes indignos, por los políticos ambiciosos, por todos los abusos de autoridad.
Cristo Jesús, pedimos en especial a tu Corazón que concedas gracias abundantes a los más necesitados; que nunca permitas nos apartemos de Ti sino que aprendiendo en tu Corazón nuestros sentimientos y juicios cada día nos parezcamos más a Ti. Amén.

 

 

Oración por la paz

Esta oración, atribuida a San Francisco de Asís, fue compuesta por el sacerdote Esther Auguste Bouquerel, y se publicó por primera vez en 1912 en la revista francesa La Clochette (la campanilla), boletín mensual de la Liga de la Santa Misa.

Señor, haz de nosotros un instrumento de tu paz.
Donde existe el odio, que nosotros pongamos el amor.
Donde existe la ofensa, que nosotros pongamos el perdón.
Donde existe la desesperación, que nosotros pongamos la esperanza.
Donde existe la duda, que nosotros pongamos la fe.
Donde existen las tinieblas, que nosotros pongamos la luz.
Donde existe la tristeza, que nosotros pongamos la alegría.
Haz, Señor, que busquemos:
saciar más que ser saciados,
comprender más que se comprendidos,
amar más que ser amados.
Porque es dando como se recibe,
es perdonando como se es perdonado,
es muriendo uno a sí mismo como se nace a la vida eterna.

 

 

Oración de San Buenaventura

Acción de gracias por la Misa y la Comunión
Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío, la médula de mi alma con el suavísimo y saludabilísimo dardo de tu amor; con la verdadera, pura y santísima caridad apostólica, a fin de que mi alma desfallezca y se derrita siempre sólo en amarte y en deseo de poseerte: que por ti suspire y desfallezca por hallarse en los atrios de tu Casa, anhele ser desligada del cuerpo para unirse contigo. Haz que mi alma tenga hambre de ti, Pan de los ángeles, alimento de las almas santas, Pan nuestro de cada día, lleno de fuerza, de toda dulzura, sabor y de todo suave deleite. Oh, Jesús, en quien desean mirar los ángeles: tenga siempre mi corazón hambre de ti y el interior de mi alma rebose con la dulzura de tu saber; tenga siempre sed de ti, fuente de vida, manantial de sabiduría y de ciencia, río de luz eterna, torrente de delicias, abundancia de la Casa de Dios: que te desee, te busque, te halle; que a ti vaya y a ti llegue; en ti piense, de ti hable y todas mis acciones encamine a honra y gloria de tu nombre, con humildad y discreción, con amor y deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin; para que tú solo seas siempre mi esperanza, toda mi confianza, mi riqueza, mi deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz, mi suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida, mi alimento, mi refugio, mi auxilio, mi sabiduría, mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre fija y firme, inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón. Amén.