Hoja Dominical Semanal nº 3 / 22 de noviembre de 2020
Parroquia de San Antonio
Un viejo ermitaño, una de esas personas que por amor a Dios se retiran a la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para dedicarse a la oración y a la penitencia, se quejaba a menudo de que tenía demasiado trabajo.
Un día una de las personas que le visitó le preguntó:
El ermitaño contestó:
El visitante miró alrededor esperando ver algunos animales, pero no vio a ninguno.
Entonces el ermitaño le dio una explicación que enseguida comprendió:
– Estos animales están en nosotros:
– Los dos halcones, que son mis ojos, se lanzan sobre toda presa, sea buena o mala.
– Las dos águilas, que con sus garras hieren y destrozan, son mis manos y tengo que entrenarlas para que se dediquen a servir a los demás y para que ayuden sin herir.
– Los conejos, que son mis pies, siempre quieren ir a donde les plazca y esquivar las cosas difíciles y tengo que enseñarles a estar quietos, aunque haya sufrimientos o problemas.
– Aunque es más difícil vigilar a la serpiente, que es mi lengua, porque, aunque se encuentra encerrada en una jaula de treinta y dos barrotes, apenas se abre la puerta, siempre está lista para morder y envenenar a todos. Si no la vigilo puede hacer mucho daño.
– El burro es muy obstinado, nunca quiere cumplir con su deber. Es mi cuerpo, que siempre está cansado y al que le cuesta muchísimo asumir y llevar las cargas de cada día.
– Necesito domar al león que llevo dentro y que es mi corazón. Él quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es muy vanidoso y orgulloso.
– Aunque al que más miedo le tengo es al tigre: es mi carácter. A poco que me descuide ya está atacando a alguien.
¿Te das ahora cuenta del gran trabajo que tengo?
Cada uno de nosotros ha de procurar tener todas estas fieras, y probablemente alguna más, bajo control. Nuestro amigo de la historia vivía en medio del desierto, pero nosotros vivimos dentro de una familia, trabajamos con compañeros, pasamos el tiempo libre con amigos; en una palabra, hay muchas oportunidades para que las “fieras” que llevamos dentro salgan y hagan daño. Hay personas que acuden al psicólogo para que les ayude a dominarlas, lo cual no está mal, pero la psicología es insuficiente si falta la clave: el amor. Como nos dice San Pablo:
“Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga queja contra otro; como el Señor os ha perdonado, hacedlo así también vosotros. Sobre todo, revestíos con la caridad, que es el vínculo de la perfección. Y que la paz de Cristo se adueñe de vuestros corazones: a ella habéis sido llamados en un solo cuerpo. Y sed agradecidos” (Col 3: 12-15).