La reciente muerte del Papa Francisco, pastor de todos, ha dejado una huella profunda en el corazón de los creyentes. Con gratitud miramos su vida entregada, su magisterio lleno de verdad y su testimonio sencillo, cercano y profético.

Vivimos un momento muy especial. La Sede de Pedro está vacante, y toda la Iglesia entra en un clima de oración, discernimiento y esperanza. No es un tiempo de vacío, sino un tiempo habitado por la confianza. Sabemos que Cristo, Buen Pastor, no abandona nunca a su Iglesia. Él es quien la guía, quien la sostiene y quien la renueva.

El Colegio de Cardenales, reunido en Roma, se prepara para entrar en Cónclave, ese momento sagrado y reservado en el que, asistidos por el Espíritu Santo, elegirán al nuevo Sucesor de Pedro. Es un acto profundamente espiritual, en el que no se busca poder, ni prestigio, ni popularidad, sino la voluntad de Dios para su pueblo.

Esta espera no es pasiva. Es una espera activa, llena de fe, unidad y amor eclesial. Nosotros tenemos el papel fundamental de la oración: debemos sostener espiritualmente a los cardenales, para que actúen con libertad interior, con docilidad al Espíritu Santo y con amor a la Iglesia. Y estamos llamados también a rezar por el futuro Papa, ese hombre a quien el Señor confía la inmensa misión de confirmar en la fe a sus hermanos.

Desde nuestra parroquia, queremos unirnos para vivir este tiempo como una auténtica vigilia espiritual. Pedimos a San Antonio, gran predicador y defensor de la verdad, que interceda por la Iglesia en esta hora. Que nos ayude a acoger con alegría al nuevo Papa, a orar por él y a escucharlo como padre y maestro.

¡Espíritu Santo, ilumina con tu luz a los cardenales, para que elijan al nuevo Papa según el corazón de Cristo y las necesidades de su Iglesia!