Comentario a la Solemnidad de la Natividad del Señor
San Josemaría Escrivá nos animaba a pasar de la Trinidad en la tierra a la Trinidad en el cielo. Esto es particularmente fácil de hacer en Navidad. Nos animaba -nos empujaba- a entrar en el establo. Podemos imaginarle a él -y a otros santos- diciéndonos, como los primeros pastores en Belén: “Vayamos a Belén y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer”. Y leemos: “Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre”.
Los santos y los ángeles en el cielo celebran en presencia de la Trinidad y nosotros encontramos a la Sagrada Familia, la trinidad en la tierra, con el Hijo divino en medio de ellos.
Al menos por esta noche, el abismo entre el cielo y la tierra desaparece. El cielo desciende hasta nosotros y se encuentra en la pobreza humana.
San José, fuerte pero bondadoso, nos invita a entrar. Y nos sobrecoge la sonrisa de María, su belleza y su ternura, hacia el Niño y hacia nosotros.
Es hermoso ver a santa Faustina, apóstol de la Divina Misericordia, entrar también espiritualmente en el establo de Belén. Sorprendentemente, a menudo veía al Niño Jesús en misa. En su diario describe un acontecimiento de la Navidad de 1937.
“Cuando vine a la Misa de Medianoche, una vez empezada la Santa Misa, me sumergí toda en un profundo recogimiento en el cual vi el portal de Belén lleno de gran claridad. La Virgen Santísima envolvía a Jesús en los pañales, absorta en gran amor; san José, en cambio, todavía dormía. Solo cuando la Virgen colocó a Jesús en el pesebre, entonces la luz divina despertó a José, que también se puso a orar. Sin embargo, un momento después me quedé a solas con el pequeño Jesús, que extendió sus manitas hacia mí, y comprendí que fue para que lo tomara en brazos. Jesús estrechó su cabecita a mi corazón y con una mirada profunda me hizo comprender que estaba bien así. En aquel momento Jesús desapareció y sonó la campanilla para la Santa Comunión” (Diario, 1442).
Jesús se hace presente como niño también en la Misa. Se hace presente a los que se hacen como niños. Este año y siempre, aprendemos de los niños a vivir la Navidad. Y aprendemos de la Navidad a vivir como niños, que no es algo opcional, sino esencial para nuestra salvación: “En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.