Adoración Eucarística junio 2024
Como hacemos todos los primeros jueves de mes, el día 6 de junio tendremos nuestra oración ante Jesús Sacramentado de 20’30 a 22.
Acto de desagravio ante el Santísimo Sacramento
Señor Jesús, nos arrodillamos ante ti, reconociendo tu presencia real en el Santísimo Sacramento. Te agradecemos inmensamente tu permanencia con nosotros, y la fe que nos has dado.
Con profundo dolor sentimos que tantos hombres, redimidos por ti, te olviden y ofendan; que en tantos sagrarios estés solitario y en tantos hogares no seas invitado.
Nosotros, arrepentidos de nuestros pecados, queremos en la medida de nuestras fuerzas hacerte compañía por cuantos te abandonan y dedicarte completamente nuestra vida, como ofrenda y desagravio a tu Corazón pleno de amor hacia nosotros.
Santa María, Madre nuestra, confiamos en tu Inmaculado Corazón que nos alcances gracias para perseverar en la fe, animarnos por la esperanza y vivir la caridad, como satisfacción por todos nuestros pecados y para la salvación del mundo.
Por todas las blasfemias, sacrilegios, profanación de fiestas, que se cometen contra el nombre de Dios y contra sus templos.
-Perdón, Señor, perdón.
Por todos los ataques a la Iglesia, persecuciones y propagandas de ateísmo.
Por los apóstatas, los que desprecian el Magisterio de los Papas y todos los falsos profetas.
Por todas las opresiones de gobierno, de esclavitud, de delincuencia; y todas las injusticias laborales, familiares, sociales.
Por todos los actos inhumanos de violencia, asesinatos, torturas, malos tratos; robos, estafas, extorsiones.
Por toda la inmoralidad y corrupción: en el trabajo profesional, en las relaciones, espectáculos, diversiones, modas, lecturas, bebidas, drogas.
Por todos los pecados de escándalo y de respeto humano.
Por todos los pecados contra la santidad de la familia y contra el amor fraterno.
Por los sacerdotes indignos, por los políticos ambiciosos, por todos los abusos de autoridad.
Cristo Jesús, pedimos en especial a tu Corazón que concedas gracias abundantes a los más necesitados; y que nunca permitas nos apartemos de Ti; sino que aprendiendo en tu Corazón nuestros sentimientos y juicios cada día nos parezcamos más a Ti. Amén.
Oración por la paz
Esta oración, atribuida a San Francisco de Asís, fue compuesta por el sacerdote Esther Auguste Bouquerel, y se publicó por primera vez en 1912 en la revista francesa La Clochette (la campanilla), boletín mensual de la Liga de la Santa Misa.
Señor, haz de nosotros un instrumento de tu paz.
Donde existe el odio, que nosotros pongamos el amor.
Donde existe la ofensa, que nosotros pongamos el perdón.
Donde existe la desesperación, que nosotros pongamos la esperanza.
Donde existe la duda, que nosotros pongamos la fe.
Donde existen las tinieblas, que nosotros pongamos la luz.
Donde existe la tristeza, que nosotros pongamos la alegría.
Haz, Señor, que busquemos:
saciar más que ser saciados,
comprender más que se comprendidos,
amar más que ser amados.
Porque es dando como se recibe,
es perdonando como se es perdonado,
es muriendo uno a sí mismo como se nace a la vida eterna.
Oración de San Buenaventura
Acción de gracias por la Misa y la Comunión
Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío, la médula de mi alma con el suavísimo y saludabilísimo dardo de tu amor, con la verdadera, pura y santísima caridad apostólica, a fin de que mi alma desfallezca y se derrita siempre sólo en amarte y en deseo de poseerte: que por ti suspire y desfallezca por hallarse en los atrios de tu Casa, anhele ser desligada del cuerpo para unirse contigo. Haz que mi alma tenga hambre de ti, Pan de los ángeles, alimento de las almas santas, Pan nuestro de cada día, lleno de fuerza, de toda dulzura y sabor y de todo suave deleite. Oh, Jesús, en quien desean mirar los ángeles: tenga siempre mi corazón hambre de ti y el interior de mi alma rebose con la dulzura de tu saber; tenga siempre sed de ti, fuente de vida, manantial de sabiduría y de ciencia, río de luz eterna, torrente de delicias, abundancia de la Casa de Dios: que te desee, te busque, te halle; que a ti vaya y a ti llegue; en ti piense, de ti hable y todas mis acciones encamine a honra y gloria de tu nombre, con humildad y discreción, con amor y deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin; para que tú solo seas siempre mi esperanza, toda mi confianza, mi riqueza, mi deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz, mi suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida, mi alimento, mi refugio, mi auxilio, mi sabiduría, mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre fija y firme e inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón. Amén.
Oración universal del Papa Clemente XI
Creo en ti, Señor, pero ayúdame a creer con firmeza; espero en ti, pero ayúdame a esperar sin desconfianza; te amo, Señor, pero ayúdame a demostrarte que te quiero; estoy arrepentido, pero ayúdame a no volver a ofenderte. Te adoro, Señor, porque eres mi Creador y te anhelo porque eres mi fin; te alabo, porque no te cansas de hacerme el bien, y me refugio en ti, porque eres mi protector. Que tu sabiduría, Señor, me dirija y tu justicia me reprima; que tu misericordia me consuele y tu poder me defienda. Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, ayúdame a pensar en ti; te ofrezco mis palabras, ayúdame a hablar de ti; te ofrezco mis obras, ayúdame a cumplir tu voluntad; te ofrezco mis penas, ayúdame a sufrir por ti. Todo aquello que quieres tú, Señor, lo quiero yo, precisamente porque lo quieres tú, como tú lo quieras y durante todo el tiempo que lo quieras. Te pido, Señor, que ilumines mi entendimiento, que fortalezcas mi voluntad, que purifiques mi corazón y santifiques mi espíritu. Hazme llorar, Señor, mis pecados, rechazar las tentaciones, vencer mis inclinaciones al mal y cultivar las virtudes. Dame tu gracia, Señor, para amarte y olvidarme de mí, para buscar el bien de mi prójimo sin tenerle miedo al mundo. Dame tu gracia para ser obediente con mis superiores, comprensivo con mis inferiores, solícito con mis amigos y generoso con mis enemigos. Ayúdame, Señor, a superar con austeridad el placer, con generosidad la avaricia, con amabilidad la ira, con fervor la tibieza. Que sepa yo tener prudencia, Señor, al aconsejar, valor en los peligros, paciencia en las dificultades, sencillez en los éxitos. Concédeme, Señor, atención al orar, sobriedad al comer, responsabilidad en mi trabajo y firmeza en mis propósitos. Ayúdame a conservar la pureza de alma, a ser modesto en mis actitudes, ejemplar en mi trato con el prójimo y verdaderamente cristiano en mi conducta. Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos, para fomentar en mí tu vida de gracia, para cumplir tus mandamientos y obtener mi salvación. Enséñame, Señor, a comprender la pequeñez de lo terreno, la grandeza de lo divino, la brevedad de esta vida y la eternidad de la futura. Concédeme, Señor, una buena preparación para la muerte y un santo temor al juicio, para librarme del infierno y obtener tu gloria. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
Oración de San Alfonso María de Ligorio
Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombres estáis noche y día en este sacramento, lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitaros: creo que estáis presente en el sacramento del altar. Os adoro desde el abismo de mi nada y os doy gracias por todas las mercedes que me habéis hecho, especialmente por haberos dado vos mismo en este sacramento, por haberme concedido por mi abogada a vuestra amantísima Madre y haberme llamado a visitaros en esta iglesia. Adoro ahora a vuestro Santísimo Corazón y deseo adorarlo por tres fines: el primero, en acción de gracias por este insigne beneficio; en segundo lugar, para resarciros de todas las injurias que recibís de vuestros enemigos en este sacramento y, finalmente, deseando adoraros con esta visita en todos los lugares de la tierra donde estáis sacramentado con menos culto y más abandono. Me pesa de haber ofendido tantas veces a vuestra divina bondad en mi vida pasada. Propongo, con vuestra gracia, no ofenderos más en adelante y ahora, por más miserable que sea, me consagro enteramente a vos, renuncio a mi voluntad y os la entrego por completo, con mis afectos, deseos y todas mis cosas. De hoy en adelante haced de mí, Señor, todo lo que os agrade. Yo solamente quiero y os pido vuestro santo amor, la perseverancia final y el perfecto cumplimiento de vuestra santa voluntad. Os recomiendo las almas del purgatorio, especialmente las más devotas del Santísimo Sacramento y de María Santísima. Os recomiendo también todos los pobres pecadores. Finalmente, amadísimo Salvador mío, uno todos mis afectos y deseos a los de vuestro Corazón amorosísimo y así unidos los ofrezco a vuestro eterno Padre y le suplico, en nombre vuestro, que, por vuestro amor, los acepte y escuche. Así sea.