Cuentos con moraleja: “El puente de la concordia”
Esta es la historia de dos hermanos, que recibieron en herencia tras la muerte de su padre una inmensa posesión de terreno de cultivo y para el ganado. Una vez divididas las tierras, durante muchos años vivieron en paz y armonía hasta que…. un día un estúpido argumento originó un distanciamiento entre ellos. Este fue el primer desacuerdo serio que los hermanos habían tenido en cincuenta años. Hasta ese día siempre habían trabajado sus campos juntos, compartiendo sus conocimientos y ayudándose el uno al otro cuando era necesario. La lucha comenzó por un pequeño malentendido, pero la disputa se prolongó y se convirtió en un airado intercambio de palabras. Después de la disputa vinieron semanas de silencio.
Cierto día un hombre tocó la puerta del hermano mayor. Cuando este la abrió, se encontró a un viejo carpintero de barba blanca y pelos cubiertos con polvo de serrín. El carpintero le dijo:
– Creo que podría hacer algún trabajo para usted – dijo el extraño – ¿Necesita algún tipo de reparación en su granja?
– Sí. – respondió el hermano. Tengo un trabajo para ti. Escucha: al otro lado del arroyo hay una granja que pertenece a mi hermano menor. Hasta hace poco tiempo, toda la zona entre nuestros hogares era verde, pero luego él cambió la trayectoria del arroyo, convirtiéndolo en una frontera entre nosotros. Estoy seguro de que lo hizo por despecho, pero le mostraré un par de cosas. ¿Ves esos árboles? Quiero que los conviertas en una cerca de diez pies de altura. No quiero volver a ver su cara de nuevo.
El carpintero pensó en voz baja para sí mismo durante unos minutos y, finalmente, dijo:
El agricultor ayudó al carpintero a llevar sus herramientas al lugar donde tenía que levantar la cerca y luego se marchó a la ciudad a hacer unos recados.
Cuando regresó por la tarde, el viejo carpintero había terminado. Llegando al arroyo esperaba ver una gran cerca levantada entre ambas posesiones, pero de pronto sus ojos se llenaron de asombro y no pudo decir una palabra al ver lo que nuestro carpintero había realizado.
En el lugar donde debería haber construido una cerca, se encontró ahora un puente. Un puente pintoresco y especial: una verdadera obra de arte, con una barandilla de madera tallada.
El hermano menor acudió al mismo lugar. De repente, se precipitó por el puente, abrazó a su hermano mayor y le dijo:
- Eres especial… has construido un puente, después de todo lo que he dicho y hecho contra ti.
Mientras que los dos hermanos se estaban abrazando, el viejo carpintero recogió sus herramientas y se alejó. Los hermanos se volvieron hacia él y le dijeron:
– Por favor, quédate unos días más, tenemos más cosas que necesitan ser arregladas.
– Me encantaría quedarme, señores, -dijo el carpintero-, pero tengo muchos puentes por construir y cosas que arreglar en otros lugares.
…………
¡Cuántas veces pequeños malentendidos se transforman en disputas familiares que duran por años! Fue el mismo Señor quien nos enseñó a perdonar. El problema es que a veces nuestra falta de amor a Dios, y como consecuencia a nuestros semejantes, nos hace imposible hacerlo.
Si tú eres uno de esos que todavía guarda resentimiento contra algún familiar, piensa y medita estas frases del Evangelio:
Fue San Pedro quien le preguntó al Señor cuántas veces debería perdonar a su hermano si este le ofendía. ¿Recuerdas el pasaje?
“Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: “No te digo siete, sino setenta y siete veces.” (Mt 18: 21.22)
El mismo Jesucristo, cuando estaba clavado en la cruz fue capaz de decir: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23:24).
Él también nos enseñó: “En eso conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a otros” (Jn 13:35).