Hoja Dominical Semanal nº 3 / 22 de noviembre de 2020
Parroquia de San Antonio
Cada 29 de junio, la Iglesia celebra con alegría la solemnidad de San Pedro y San Pablo, dos figuras inmensas, distintas en temperamento y trayectoria, pero unidas por una misma fe, un mismo amor a Cristo y una misma entrega hasta el martirio.
Pedro, el pescador impulsivo de Galilea, fue elegido por Jesús como piedra sobre la que construiría su Iglesia. A pesar de sus caídas —como su negación en la pasión— Pedro fue confirmado en su misión: “Apacienta mis ovejas”.
Pablo, el fariseo convertido, recorrió el mundo conocido para anunciar que Cristo ha resucitado y es el Salvador de todos, judíos y gentiles. Su palabra y su pluma dieron forma a la teología cristiana de todos los tiempos.
Ambos murieron en Roma, testimoniando con su sangre la verdad del Evangelio. En ellos vemos que la Iglesia es apostólica: se edifica sobre testigos reales, sobre hombres tocados y transformados por la gracia.
El Óbolo de San Pedro: comunión con el Papa, caridad con el mundo
Esta solemnidad tiene también un signo concreto de comunión: el Óbolo de San Pedro, la colecta que se realiza en todas las parroquias del mundo para ayudar al Papa en su misión de servicio a la Iglesia universal y a los más necesitados. No se trata solo de una ayuda económica. El óbolo es una forma de decir: “Estoy contigo, Santo Padre”. Es una expresión de fidelidad, de pertenencia, de amor a la Iglesia más allá de nuestras fronteras. A través de esta ayuda, llegamos a lugares donde no podríamos llegar solos: campos de refugiados, comunidades perseguidas, situaciones de pobreza extrema, proyectos de evangelización. En un mundo herido por divisiones, injusticias y guerras, colaborar con el Papa es colaborar con la esperanza, con la misericordia, con la paz.
Pedro y Pablo nos empujan a mirar más allá. Hoy, ante el testimonio de estos grandes apóstoles, el Señor también nos pregunta: “Y tú, ¿quién dices que soy yo?” Ojalá que nuestra respuesta no sea solo con palabras, sino con la vida, con la fe, con nuestro compromiso eclesial. Que nuestras comunidades sigan creciendo en fidelidad al Evangelio y en comunión con la Iglesia entera. Y que este gesto del Óbolo de San Pedro sea un signo de unidad, de generosidad y de amor católico —es decir, universal—.
San Pedro y San Pablo, rogad por nosotros.