En estos días en que los calendarios se llenan de nuevas rutinas —el colegio, las actividades extraescolares, el deporte, la música, el inglés…— hay algo que no debería faltar en la agenda de ninguna familia cristiana: la catequesis parroquial. A veces pensamos que la catequesis es simplemente una preparación para que los niños reciban la Primera Comunión o la Confirmación. Pero la verdad es que es mucho más que eso. Es un camino de fe que ayuda a los pequeños —y también a las familias— a descubrir lo más importante de la vida: que Dios nos ama y camina con nosotros.

En la catequesis, los niños conocen a Jesús como un amigo vivo, no como un personaje del pasado. Aprenden a hablar con Él, a escucharle, a confiarle sus alegrías y sus preocupaciones. Descubren que Jesús les llama por su nombre y que tiene un plan hermoso para cada uno.

La catequesis también es un taller de vida, donde se siembran virtudes: respeto, generosidad, servicio, perdón… Son semillas que, cultivadas desde pequeños, darán fruto en la adolescencia y en la edad adulta. Y todo esto, en un ambiente de amistad y de comunidad, porque allí los niños hacen amigos que comparten la misma fe, compañeros de camino que les animan a seguir adelante.

Uno de los grandes tesoros de la catequesis es que prepara para vivir la Eucaristía como el corazón de la fe. No se trata solo de asistir a Misa, sino de comprender y experimentar que en ella Jesús mismo se entrega por nosotros, que nos alimenta con su Palabra y con su Cuerpo.

En la catequesis, los niños descubren que forman parte de una gran familia, la Iglesia, que les acoge y acompaña. Se sienten en la parroquia como en su propia casa, un lugar donde pueden rezar, aprender, reír, compartir y crecer.

Queridas familias, la fe no se improvisa. Es un regalo de Dios que necesita cuidado, tiempo y compañía para crecer. Llevar a vuestros hijos a la catequesis es darles un regalo que no se rompe, no se pierde y no pasa de moda: el encuentro personal con Cristo, una amistad que les acompañará siempre, en los días felices y en los días difíciles. Por todo ello, queremos animaros de corazón: inscribid a vuestros hijos en la catequesis parroquial. Será una experiencia que transformará sus vidas… y también la vuestra, porque la fe de los hijos reaviva la fe de los padres. La catequesis no es solo para ellos: es una oportunidad para que toda la familia crezca en el amor de Dios y en la alegría de ser Iglesia.

Jesús nos dice: «Dejad que los niños se acerquen a mí» (Mc 10,14). No dejemos que nada les aparte de este encuentro. La catequesis es el puente que les lleva a Jesús… y con Él, a una vida plena y feliz.