La fiesta de la Virgen del Pilar nos invita a contemplar a María bajo un símbolo muy sencillo y a la vez muy profundo: un pilar de piedra. Sobre él se apareció la Virgen al apóstol Santiago para darle fuerza en su misión. Ese signo ha quedado grabado en la fe de generaciones y nos habla todavía hoy con gran actualidad.

El pilar es, ante todo, fundamento y sostén. En un mundo donde tantas cosas parecen frágiles, pasajeras y cambiantes, necesitamos apoyarnos en algo firme. María, unida siempre a Cristo, es ese pilar seguro en medio de nuestras incertidumbres. Ella nos recuerda que la fe no es un sentimiento débil ni una emoción que va y viene, sino una roca que da estabilidad a la vida.

El pilar es también señal de presencia. No es un objeto decorativo, sino un signo de que Dios se queda con su pueblo. Así quiso mostrarse María: no como alguien lejano, sino como Madre que permanece junto a los discípulos para animarles y sostenerlos. Ella sigue estando a nuestro lado, acompañándonos en las luchas de cada día.

El pilar es, además, punto de encuentro. En torno a él se reúne el pueblo de Dios, en Zaragoza y en tantos lugares donde se venera a la Virgen del Pilar. Ella une a comunidades distintas, a pueblos y culturas, recordándonos que en la Iglesia no caminamos solos, sino como familia. María nos ayuda a sostenernos mutuamente, a ser pilares unos para otros.

Y el pilar es también guía que eleva hacia lo alto. La columna no solo está plantada en tierra firme, sino que se alza señalando el cielo. María, en el misterio del Pilar, nos invita a levantar la mirada, a no quedarnos encerrados en lo terrenal, sino a abrirnos al horizonte de Dios. Ella nos enseña a vivir con esperanza, con los pies en la tierra, pero el corazón puesto en el cielo.

Que en esta fiesta renovemos nuestra confianza en la Virgen del Pilar. Que sepamos apoyarnos en su firmeza, reconocer su cercanía, dejarnos reunir por ella en la comunión fraterna y mirar hacia lo alto siguiendo su ejemplo. Y que, mirando a María, aprendamos también nosotros a ser “pilares” de fe, de esperanza y de amor en medio de nuestra sociedad.

¡Santa María del Pilar, ruega por nosotros!