En la Misa Crismal monseñor Barrio recuerda que la misión de los sacerdotes “es llevar a los hombres a Dios”
- La Catedral acogió la solemne ceremonia en la que se renuevan las promesas sacerdotales y se consagran el Santo Crisma y los Santos Óleos
El arzobispo de Santiago de Compostela, monseñor Julián Barrio, presidió la Misa Crismal, una ceremonia que tuvo lugar en la Catedral compostelana y que contó con la presencia del obispo auxiliar, monseñor Francisco José Prieto Fernández; del obispo emérito de Tui-Vigo, monseñor José Diéguez Reboredo, y de numerosos sacerdotes del presbiterio diocesano. En el curso de la Eucaristía, los presbíteros renovaron las promesas sacerdotales ante su arzobispo, y éste procedió a la consagración del Santo Crisma y de los Santos Óleos. Al término de la Misa, monseñor Julián Barrio agradeció a los sacerdotes el interés mostrado ante su reciente estancia en el hospital, así como sus oraciones por su restablecimiento; recordó a los presbíteros fallecidos en los últimos meses y pidió oraciones para él y para su obispo auxiliar, “al igual que nosotros rezamos por todos vosotros”. En su homilía, monseñor Barrio había indicado que “nuestra misión es llevar los hombres a Dios, “pues es la única riqueza que, en definitiva, éstos desean encontrar en un sacerdote”.
La Catedral de Santiago acogió la Misa Crismal que no había podido celebrarse a lo largo de la pasada Semana Santa. Fueron muchos los sacerdotes que quisieron acompañar a su arzobispo en esta liturgia en la que los presbíteros renuevan sus promesas de ordenación sacerdotal y se consagran el Santo Crisma y los Santos Óleos. En este clima de unión del pastor diocesano con su presbiterio, monseñor Barrio indicó en su homilía que “en la misa Crismal nos adentramos en el misterio de la Última Cena, fuente de perdón, de comunión y de servicio, y renovamos el sí de nuestra ordenación sacerdotal en la que el Señor nos consagró para su misión que exige paciencia y audacia”.
El arzobispo, a quien acompañó su nuevo obispo auxiliar, monseñor Francisco José Prieto Fernández, así como el obispo emérito de Tui-Vigo, monseñor José Diéguez Reboredo, recordó a los sacerdotes el sentido de su misión y les instó a avivar “la luz sacerdotal para que nuestras comunidades no se sumerjan en la oscuridad. No permitamos que el activismo atrofie nuestra alma: la amistad con el Señor nos compromete a tener sus mismos sentimientos y nos envía a expropiarnos de nosotros y compartir la vida de nuestros pueblos”.
Consagrar el Crisma y los Óleos
En la Santa Misa el arzobispo consagró el Santo Crisma y los Santos Óleos. Con el Santo Crisma se ungen los recién bautizados, se hace la unción a los que se confirman y se ungen las manos de los presbíteros en su ordenación sacerdotal, la cabeza de los obispos en su ordenación episcopal y las iglesias y los altares en su dedicación. Por su parte, con el Óleo de los catecúmenos, éstos se preparan y disponen al Bautismo, mientras que, con el Óleo de los enfermos, éstos reciben el alivio en su debilidad.
“Nuestra Diócesis”, dijo monseñor Barrio, “nuestras parroquias necesitan ser ungidas para que la bondad de Dios se consolide y se expanda en nuestra sociedad. A veces nos desalentamos. Es momento de orar con más intensidad. Toda actividad pastoral pierde eficacia si no brota de una profunda e íntima comunión con Cristo”. El arzobispo añadió que “damos grazas ao Señor que “nos fai dignos de servilo na súa presenza”. Ninguén está tan preto do seu señor como quen o serve. Neste sentido, “servir” significa proximidade, require familiaridade e conleva obediencia”.
Monseñor Barrio también pidió a los miembros de vida consagrada y laicos que “encomendedes as nosas inquedanzas persoais e pastorais. Pregade para que non falten sacerdotes na Igrexa”. Tras la Comunión, y como acción de gracias, funcionó el botafumeiro.