Año de la Familia
“Una oportunidad para impulsar la pastoral familiar”
“Llegar a ser cada vez más una Iglesia ‘madre’ para las familias, que sea tierna y solícita con sus necesidades, capaz de escuchar, pero también valiente y siempre firme en el Espíritu Santo”. Con estas esperanzas nació el Año de la Familia Amoris laetitia, que por deseo del Papa Francisco se inauguró el pasado 19 de marzo en la solemnidad de San José, cinco años después de la publicación de la segunda exhortación apostólica del Santo Padre.
Presentó los objetivos de la iniciativa el cardenal Kevin J. Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, a quien se ha confiado la coordinación de todas las actividades pastorales relacionadas con el Año especial.
Una de las primeras oportunidades que ofrece esta cita eclesial es la de retomar precisamente la Amoris laetitia, que, como se recordará, fue el fruto de un largo camino sinodal que abarcaron las dos Asambleas Generales de Obispos, la extraordinaria de 2014 sobre “Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización” y la ordinaria del año siguiente, sobre “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”.
El ejemplo de la Familia de Nazaret
En su discurso en la plaza de San Pedro, el 3 de octubre de 2015, en la vigilia de oración para la apertura del segundo sínodo, el Papa Francisco había recordado el “misterio de la Familia de Nazaret, en su vida oculta, cotidiana y común, como lo es la de la mayoría de nuestras familias, con sus penas y sus sencillas alegrías; una vida entretejida de serena paciencia ante la contrariedad, de respeto a la condición de cada uno, de esa humildad que libera y florece en el servicio; una vida de fraternidad, que brota de sentirse parte de un solo cuerpo”. Estas palabras siguen siendo pertinentes hoy, justo cuando todas las familias del mundo se enfrentan a los dramas de la pandemia, con consecuencias muy dolorosas para millones de personas.
Volviendo a la exhortación Amoris laetitia, ésta se debe tener en cuenta -según el Card. Farrell- para comprender mejor su riqueza, “que contiene palabras de valor, de estímulo, de reflexión y, en términos más amplios, contiene sugerencias de caminos pastorales, incluso prácticos, que no debemos dejar caer en saco roto”.
Esto pone de manifiesto la urgencia de la atención pastoral y la dedicación a las familias en la pastoral ordinaria: “hay que ayudar a muchas familias a descubrir en los sufrimientos la presencia de Cristo y su amor misericordioso”. Por eso, además de mostrar la cercanía de la Iglesia, es necesario “caminar con ellos, escucharles” y ayudarles “a cultivar su amor cotidiano”.
Tres aspectos a valorar
La renovación pastoral que pide el Papa Francisco debe afectar al menos a tres aspectos, según el Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.
En primer lugar, una “mayor colaboración”, aprendiendo a compartir experiencias fructíferas que logren llevar el anuncio del Evangelio a la vida de los cónyuges y las familias.
Además, es necesario un “cambio de mentalidad”, pasando de considerar a las familias como un simple “sujeto”, implicándolas activamente en la pastoral ordinaria de las parroquias y diócesis, como ejemplos de “catequesis viva”, que pueden dar esperanza a los jóvenes.
Por último, es fundamental también en este campo “la formación de los formadores”, desde los sacerdotes hasta los laicos, para que sepan mostrar a las familias “cómo la gracia que brota del sacramento del matrimonio puede responder a los desafíos de la vida práctica, no en abstracto, sino en las circunstancias concretas” de la vida cotidiana y en las diversas partes del mundo, en las diferentes culturas.
Un hermoso regalo
La subsecretaria del Dicasterio, la profesora Gabriella Gambino, esposa y madre, habló de un “hermoso regalo”. Considera que este Año es “una oportunidad para dar un impulso a la pastoral familiar”, tratando de renovar las modalidades, las estrategias “y quizás incluso algunos objetivos de la planificación pastoral”.
La orientación debe ser la de ayudar a “revigorizar la belleza del sacramento del matrimonio y de la familia cristiana”, y hacerla perceptible también a los ojos de los niños y jóvenes “para que se sientan atraídos por el don del matrimonio”.
Gambino recordó también la importancia, para la Iglesia, de estar preparada para “entrar con delicadeza en las cuestiones más onerosas de las familias, sabiendo acompañarlas”. Y después de tantos discursos, libros y reflexiones doctrinales sobre el documento del Papa Francisco, “ahora es el momento de actuar”, sacando del texto de Amoris laetitia especialmente los aspectos espirituales y pastorales, que son los que “más interesan a la gran mayoría de las familias”.
Aprender las virtudes
Entre ellas están ciertamente el aprendizaje de las virtudes para poder vivir bien el amor cotidiano, la iniciativa, la acogida, las dimensiones intergeneracionales, la educación, la espiritualidad conyugal y familiar.
El criterio al que se invita a todas las comunidades parroquiales es el de “hacer transversales los proyectos pastorales”, implicando a los niños, a los jóvenes, a los novios, a los cónyuges y a los ancianos de forma integral y unificada, favoreciendo así el crecimiento en la fe de los laicos. Para la Subsecretaria, este tiempo de “conversión pastoral” tiene su propia belleza, porque es un signo de la vitalidad de la Iglesia, que quiere “crecer, hacerse adulta”, sabiendo ponerse en juego “por amor a la familia”. Al mismo tiempo, es un gran reto.
Por su parte, el Dicasterio pondrá a disposición recursos e instrumentos pastorales, películas mensuales en las que también aparecerá el Papa Francisco y algunos testimonios de familias de todo el mundo, ayudas para el uso de las parroquias y las familias, así como reflexiones y estudios promovidos en colaboración con instituciones académicas católicas y pontificias.
“También esperamos que la familia pueda ser más valorada en la sociedad”, fue el deseo expresado por un matrimonio, Valentina y Leonardo Nepi, que también intervinieron en la rueda de prensa de presentación de la iniciativa. Es fundamental, de hecho, que se hagan esfuerzos a todos los niveles para “promover la dimensión social de la familia, su capacidad de educar a los hijos”, llevando adelante valores positivos y constructivos, y cultivando el diálogo entre generaciones.
También hay que dar a las familias la oportunidad de compartir sus experiencias con otras parejas “para evitar un aislamiento que no beneficia a nadie” y privilegiar un clima de comunidad, como parte de una gran misión eclesial.
No olvidarse de los abuelos
Como fruto de este Año de la Familia, el 25 de julio, y por primera vez, se celebrará la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, cerca de la fiesta de los santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús.
Este fue también un deseo del Papa Francisco, que motivó su decisión consciente de que tantas veces los abuelos son olvidados, a pesar de que son “un regalo” y “el vínculo entre las diferentes generaciones para transmitir a los jóvenes la experiencia de la vida y la fe”.
De hecho, el Pontífice ha subrayado repetidamente la importancia del encuentro entre generaciones porque “como dice el profeta Joel, los abuelos antes que sus nietos soñarán y los jóvenes, tomando fuerza de sus abuelos, seguirán adelante, profetizarán”.
La profecía de la familia para el mundo actual nace bajo todos estos deseos.