Orientaciones pastorales y líneas de acción para la CEE
La Conferencia Episcopal Española ha hecho público el documento Fieles al envío misionero aprobado por la Asamblea Plenaria con las orientaciones y las líneas de acción para la CEE en los cuatro próximos cursos pastorales (2021-2025). La Conferencia Episcopal Española ofrece en este documentos unas orientaciones y líneas de trabajo especialmente dirigidas a los órganos de la propia Conferencia.
Fieles al envío misionero es fruto de un ejercicio de discernimiento compartido por los obispos, los órganos colegiados de la CEE y los colaboradores, para aproximarse a la realidad social y eclesial y sugerir unas orientaciones pastorales que han realizado, a lo largo de varios meses de diálogo.
Claves del documento
- Ante los desafíos del cambio de época y el continuo dinamismo de este tiempo, los obispos proponen una dinámica de salida misionera que brota de la alegría de la misericordia.
- Se ha dado un gran cambio social que ha generado una sociedad desvinculada, desordenada e insegura en la que crece la desconfianza y el enfrentamiento.
- En este contexto tan transformado, es necesario seguir afirmando que la vivencia religiosa, la fe en Dios, aporta claridad y firmeza a las valoraciones éticas.
- Esta situación es un momento histórico de fuerte llamada a la renovación para la humanidad y para la Iglesia.
- La misión evangelizadora de la Iglesia en España se encuentra con dos tipos de dificultades: unas vienen de fuera de la cultura ambiental; otras vienen de dentro, de la secularización interna, la falta de comunión o de audacia misionera.
- Es motivo de esperanza el testimonio de muchos laicos partícipes activos en la misión de la Iglesia asumiendo funciones y responsabilidades.
- Esto nos pide salir al encuentro para la escucha y el diálogo y también acoger y generar ámbitos donde escuchar «a los de fuera» y trabajar conjuntamente «con los de dentro».
- Hemos de hacer este anuncio con audacia y esperanza. Dios nos sale al encuentro, la fe en Dios es razonable y el corazón humano está inquieto y con sed.
El documento comienza con una reflexión sobre el modo de realizar el mandato del Señor, «id y anunciad el Evangelio», en la actual sociedad española, a la luz del impulso dado por el Papa Francisco para, en modo sinodal, descubrir el paso y la voluntad de Dios para este tiempo. Se trata de ofrecer, desde la colegialidad y el discernimiento de la Conferencia Episcopal, a las diócesis españolas y a sus obispos algunas claves del actual contexto, social y eclesial, criterios, prioridades y líneas de trabajo para impulsar la conversión pastoral, personal e institucional que el papa pide.
Ante los desafíos del cambio de época y el continuo dinamismo de este tiempo, los obispos proponen una dinámica de salida misionera que brota de la alegría de la misericordia y exige conversión pastoral y que debe ser, para este tiempo, el paradigma de toda la obra de la Iglesia.
La Iglesia vive en permanente fidelidad a un doble mandato, «id y anunciad el Evangelio» y «haced esto en conmemoración». Este mandato que, gracias a la eucaristía acontece hoy, ha de ser vivido en la novedad de cada momento histórico. Este coloquio entre fidelidad y novedad marca la vida de la Iglesia, es causa de muchas de sus tensiones internas, entre quienes ponen el acento en uno u otro polo de este diálogo inevitable, y la sitúa en permanente discernimiento para ser fiel al acontecimiento fundante y eterno en la novedad de cada tiempo. Pide discernimiento permanente de la voluntad de Dios en la vida y en la historia en cada momento.
La llamada permanente a evangelizar y a la salida misionera se transforme en una pregunta, ¿cómo evangelizar en la actual sociedad española?, que hemos de responder invocando al Espíritu Santopara impulsar un gran discernimiento eclesial que nos ayude a descubrir la voluntad del Señor.
El momento presente
El contexto actual muestra un gran cambio social que ha generado una sociedad desvinculada, desordenada e insegura en la que crece la desconfianza y el enfrentamiento. En este momento, las transformaciones tecnológicas, económicas y culturales que afectan a la existencia de las personas dan un salto adelante con la pretensión de una transformación antropológica que encaje con el sistema económico dominante. Se propone para ello un estilo de vida y de organización de la convivencia que hagan posible esa transformación.
La cultura relativista dominante abre el camino para un capitalismo moralista que no solo regula la producción y el consumo, sino que impone valores y estilos de vida. Los datos entregados por los usuarios digitales dan acceso a los deseos y pensamientos de la población y a partir de ello, se ofrece una «voluntad artificial» capaz de «hacer querer» y «hacer decidir» a los usuarios.
El mismo relativismo disuelve los valores absolutos e impide los juicios universales, todo está en función de la percepción subjetiva y de los intereses de los grupos de poder. En este contexto, los compromisos estables y la vivencia de la fe se hacen difíciles. La vida queda desarraigada de la verdad y el bien objetivos y pasa a depender del consenso social y, en última instancia, de quienes pueden imponer su voluntad. Los más débiles y los pobres quedan excluidos. La comunidad digital no llega a constituir un nosotros, un pueblo, sino que es una suma de individualidades aisladas.
En el origen de este proceso transformador está un empobrecimiento espiritual y una pérdida de sentido que lleva a vivir en un nihilismo sin drama. El olvido de Dios, la indiferencia religiosa, la despreocupación por las cuestiones fundamentales sobre el origen y destino trascendente del ser
humano, determinan el comportamiento moral y social de las personas. Incluso quienes se sienten creyentes viven y organizan su existencia «como si Dios no existiera».
Dos lugares donde el empobrecimiento espiritual tiene especial arraigo son la familia y la sociedad. La secularización ha influido notablemente en el deterioro de la familia llamada tradicional, y este deterioro ha impulsado el declive religioso, pues se quiebra la institución básica en la transmisión de la fe y en la configuración de la persona. Si en la familia se recibe la vida y se inician las experiencias elementales de la vida humana (amar y ser amado, hacer y colaborar, el descanso, la fiesta y el duelo), con el debilitamiento del vínculo familiar se provoca la pérdida de vínculos sociales: el elogio de la autonomía individual y la permanente reclamación del derecho a tener derechos entroniza al individuo y hace sospechoso cualquier vínculo.
En este contexto tan transformado, es necesario seguir afirmando que:
- La vivencia religiosa, la fe en Dios, aporta claridad y firmeza a las valoraciones éticas.
- La vida humana se enriquece con el conocimiento y aceptación de Dios, que es Amor
y nos mueve a amar a todas las personas. - La experiencia de ser amados por Dios Padre nos conduce a la caridad fraterna
- Al mismo tiempo, el amor fraterno nos acerca a Dios.
- El matrimonio cristiano, un sí para siempre abierto a la vida, como fruto del amor, es la promesa cumplida de la necesidad y del deseo que todos tenemos de amar y de ser amados
El contexto social y eclesial
La pandemia ha puesto de manifiesto muchos problemas ya existentes personas sin hogar, ancianos solos y residencias con carencias, temporeros e inmigrantes en condiciones inhumanas, formas de vida y diversión. También la crisis de la democracia representativa y los límites del Estado autonómico; populismos identitarios que tienden a exacerbarse. A la vista de todo ello, los obispos señalan que esta situación como un momento histórico de fuerte llamada a la renovación
para la humanidad y para la Iglesia.
Para salir al paso de esta situación es preciso el concurso de todos. La sinodalidad y el discernimiento deben ser los ejes espirituales y metodológicos del proceso que permita afrontar los retos señalados. La sinodalidad es caminar juntos, invocar al Espíritu, escuchar y acompañar. El discernimiento sinodal es la clave de fondo que sugiere las acciones que realizar, en la doble escucha del Señor y de los deseos las personas de este tiempo, a los que se sale al paso en salida misionera.
La sinodalidad no es un tema para reflexionar, sino un modo de ser y de trabajar en la Iglesia, que nos lleva a vivir una auténtica comunión y corresponsabilidad entre pastores, consagrados y laicos. La Iglesia, Pueblo de Dios, está llamada a vivir la comunión, desde la vocación y para la misión.
Al mismo tiempo, es preciso acoger el desafío misionero como llamada a dar testimonio: conversión pastoral para una salida misionera
Plan de acción
La mirada sobre el contexto cultural y social y la visión que nos ofrece la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia nos sitúan como Iglesia que, a pesar de su pequeñez y miseria, se reconoce enviada por el Señor a anunciar la Buena Nueva a nuestros contemporáneos. Somos los testigos de Jesucristo en la sociedad española del siglo xx.
Fuente: www.conferenciaepiscopal.es