Comentario a la Solemnidad de Cristo Rey
Del hijo del hombre que viene en las nubes del cielo, el libro de Daniel dice que “se le dio poder, gloria y reino; todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron; su poder es un poder eterno, que nunca terminará, y su reino nunca será destruido”. En el Evangelio de Juan, Pilato pregunta: “¿Eres tú el rey de los judíos?”, quizá por las informaciones recibidas en los años de gobierno de Palestina: la expectativa en el pueblo de un rey mesiánico que liberara a Israel de los romanos; el deseo de la multitud de hacer rey a Jesús; las declaraciones de los discípulos: “Rabí, tú eres el rey de Israel” (Jn 1, 49), que pueden haberle llegado.
Jesús le contesta con otra pregunta, tratando de ayudarle a mirar dentro de sí: “¿Dices esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?”. Pilato no acepta el diálogo en plan de igualdad, y mucho menos la autoridad de Jesús que le domina. No quiere mirarse dentro, se defiende. “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los príncipes de los sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?”. Jesús decide explicarle la verdadera naturaleza de su reino: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis siervos habrían luchado para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”. Se ha puesto al nivel de Pilatos, usa su lenguaje: un argumento militar. No es un reino de este mundo porque no tiene poder mundano que mata enemigos, encarcela, derrama sangre, impone tasas. Es un reino que se basa en el amor que se entrega, y por eso es el rey, Jesús, quien se deja encarcelar, juzgar, condenar, y derrama su sangre para liberar a sus súbditos de la esclavitud del pecado. No es de este mundo, pero aspira a cambiar este mundo con la lógica del amor y el dolor sufrido por la salvación.
“Pilato le dijo: ‘¿O sea que tú eres rey?’ Jesús contestó: ‘Tú lo dices: yo soy rey. Para esto nací y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz’”. Jesús da así a Pilato la posibilidad de escuchar esa verdad, que es la manifestación plena de la bondad del Padre, que Jesús vino a traer al mundo. Pero una vez más Pilato levanta un muro: “¿Qué es la verdad?”. Pero Jesús le ha impactado y trata de salvarlo: desde entonces repite que no encuentra culpa en él. El último intento lo hace presentando a Jesús como rey, a los judíos: “¿Crucificaré a vuestro rey?”. Ellos responden: “No tenemos más rey que el César”. Pilato cede al miedo y se lo entrega. Nosotros, en cambio, dejémonos conquistar por la lógica de su reino, escuchamos la verdad que vino a traer y no tengamos miedo de entregar nuestra vida con él, por él, por la auténtica libertad de los hijos de Dios.