Cuentos con moraleja: “Cuando la fruta no alcanza”
Cuenta la historia que tres montañeros que se habían ido a escalar a los Andes se perdieron en la montaña como consecuencia del mal tiempo, de la nieve y del desconocimiento del terreno. Durante tres días estuvieron andando sin rumbo y sin esperanza. Por más que buscaron no encontraron ningún poblado ni cabañas ni personas que les pudieran dar alguna indicación e incluso algo de alimento. Al final, lo único que les quedó para comer fue una manzana y por lo tanto empezaron a pasar hambre. En esto se les apareció Dios y les dijo que probaría su sabiduría y que dependiendo de lo que respondieran Él les salvaría.
Les preguntó entonces Dios qué podían pedirle para arreglar aquel problema y que todos se alimentaran.
El primero dijo:
“Pues que aparezca más comida”.
Dios contestó que era una respuesta sin sabiduría, pues no se debe pedir a Dios que aparezca mágicamente la solución a los problemas, sino trabajar con lo que se tiene.
Dijo el segundo entonces:
“Entonces haz que la manzana crezca para que sea suficiente”.
A lo que Dios contestó que no, pues la solución no es pedir siempre multiplicación de lo que se tiene para arreglar el problema, ya que el hombre nunca se queda satisfecho y por ende nunca sería suficiente.
El tercero dijo entonces:
“Mi buen Dios, aunque tenemos hambre y somos orgullosos, haznos pequeños a nosotros para que la fruta nos alcance”.
Dios dijo:
“Has contestado bien, pues, cuando el hombre se hace humilde y se empequeñece delante de mis ojos, verá la prosperidad”.
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Y ahora, dígame sinceramente: ¿se le había ocurrido a usted esta solución?
Se nos enseña siempre a que otros arreglen los problemas o a buscar la salida fácil. Pedimos a Dios que arregle todo sin que nosotros tengamos que cambiar o sacrificar nada. Por eso muchas veces parece que Dios no nos escucha, pues pedimos sin dejar nada de lado y queriendo siempre salir ganando.
En cuántas ocasiones nos ha dicho Jesús en los Evangelios que nos hagamos pequeños (Mt 18:3), que seamos los últimos (Mt 20:26), que renunciemos a todo (Mt 19:21); pero, a la hora de la verdad, no suele ser una de las posibles soluciones que barajamos cuando intentamos buscar una posible solución a nuestros problemas. Lo más normal es que queramos ser grandes, tener de todo sin renunciar a nada, ser los primeros en todo (menos a la hora de trabajar y sufrir), y es que nos sabemos el Evangelio de memoria, pero, de ahí a vivirlo, va mucho trecho.
Intentemos vivir tal como Cristo nos enseña; entonces, veremos los problemas y en general el mundo que nos rodea, de un modo muy diferente; y, lo que es más importante, los resolveremos tal como Cristo quiere.