Hoja Dominical Semanal nº 3 / 22 de noviembre de 2020
Parroquia de San Antonio
La educación litúrgica requiere que, a veces, se recuerden cosas que se dan por sabidas.
La comunión en la mano está permitida para todo aquel que lo desee, a tenor de nuestra Conferencia episcopal, que lo solicitó a la Santa Sede.
¿Cómo se comulga en la mano? ¡Hemos de conocer las disposiciones de la Iglesia para quien desee comulgar así!, porque en muchísimas ocasiones se hace mal, de forma completamente irrespetuosa.
Debe cuidarse la dignidad de este gesto, sin que desdiga de la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía como si fuese un mero trozo de pan que se recibe de cualquier forma:
al aire, agarrando la Forma de cualquier manera, o con una sola mano… Actitudes que desdicen de la adoración debida.
Debe cuidarse la dignidad de este gesto, sin que desdiga de la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía como si fuese un mero trozo de pan que se recibe de cualquier forma:
“Sobre todo en esta forma de recibir la sagrada Comunión, se han de tener bien presentes algunas cosas que la misma experiencia aconseja. Cuando la Sagrada Especie se deposita en las manos del comulgante, tanto el ministro como el fiel pongan sumo cuidado y atención a las partículas que pueden desprenderse de las manos de los fieles, debe ir acompañada, necesariamente, de la oportuna instrucción o catequesis sobre la doctrina católica acerca de la presencia real y permanente de Jesucristo bajo las especies eucarísticas y del respeto debido al Sacramento”[1].
Los fieles al comulgar en la mano, así como los ministros al distribuir la sagrada comunión en la mano, deben conocer y respetar lo establecido por la Iglesia, para salvaguardar el respeto y adoración a la Presencia real del Señor. Así todos deben observar cuidadosamente esto[2]:
“Parece útil llamar la atención sobre los siguientes puntos:
Por esto se insistirá, tal como lo hacían los Padres de la Iglesia, acerca de la nobleza que debe tener en sí el gesto del comulgante. Así ocurría con los recién bautizados del siglo IV, que recibían la consigna de tender las dos manos haciendo “de la mano izquierda un trono para la mano derecha, puesto que ésta debe recibir al Rey” (5ª catequesis mistagógica de Jerusalén, n. 21: PG 33, col. 1125, o también Sources chréet., 126, p. 171; S. Juan Crisóstomo, Homilía 47: PG 63, col. 898, etc.)[3].
Estas normas, así como las que se dan en los documentos de la Sede Apostólica citados más arriba, tienen como finalidad recordar el deber de respeto hacia la Eucaristía, independientemente de la forma de recibir la comunión.
Los pastores de almas han de insistir no solamente sobre las disposiciones necesarias para una recepción fructuosa de la comunión –que en algunos casos exige el recurso al sacramento de la penitencia-, sino también sobre la actitud exterior de respeto que, bien considerado, ha de expresar la fe del cristiano en la Eucaristía”.
Al distribuir la sagrada comunión en la mano, el ministro debe cuidar que el comulgante la reciba dignamente, poniendo las manos en forma de cruz, esperando a que el ministro deposite la sagrada hostia, y comulgue delante de él, evitando así cualquier peligro de profanación o sacrilegio: “póngase especial cuidado en que el comulgante consuma inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje teniendo en la mano las especies eucarísticas. Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano”[4].
¿Cómo hemos de acercarnos entonces a la Sagrada Comunión?, ¿Cómo se ha de comulgar?
Este “Amén”, profesión de fe personal del cristiano ante el Cuerpo real de su Señor en la Eucaristía, ha sido muchas veces comentado y explicado en la Tradición de la Iglesia. Sirva, por ejemplo, la voz de S. Agustín:
Si queréis entender lo que en el cuerpo de Cristo, escuchad al Apóstol, ved lo que le dice a los fieles: Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros. Si, pues, vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo, vuestro misterio está sobre la mesa del Señor, y lo que recibís es vuestro misterio. Con el Amén respondéis lo que sois, y respondiendo lo rubricáis. Se te dice: he aquí el cuerpo de Cristo, y vosotros contestáis “Amén”. Sed, pues, miembros del Cuerpo de Cristo para que sea verdadero vuestro Amén (Sermón 272).
Predicaban los Padres de la Iglesia:
Honremos el Cuerpo de Cristo con toda pureza espiritual y corporal. Lleguémonos a él con ardiente deseo y, poniendo las palmas de las manos en forma de cruz, recibamos el cuerpo del Crucificado (S. VIII, S. JUAN DAMASCENO, De fide orthodoxa, L. 4, C. 13).
[1] Instrucción “Inmensae caritatis”, IV.
[2] Cong. para el Culto divino, Notificación acerca de la comunión en la mano (3-abril-1985).
[3] En nota a pie de página, explica esta Notificación: “De hecho, conviene aconsejar a los fieles más bien colocar la mano izquierda sobre la derecha, para poder tomar fácilmente la hostia con la mano derecha y llevarla a la boca”.
[4] Instrucción “Redemptionis sacramentum”, n. 92.