“Contigo soy luz en el camino”

Queridos diocesanos:

El 6 de diciembre conmemoramos en la Diócesis el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. La Iglesia siempre se ha sentido muy cercana a estas personas de las que tanto aprendemos y cuya dignidad hemos de subrayar siempre. ¡Cómo hemos de agradecer a las personas que cuidan a los más débiles, sobre todo en estas circunstancias de la pandemia,  a quienes hemos de hacer visibles en la vida de cada día! Esta jornada busca sensibilizar a la opinión pública sobre la condición de estas personas, apoyando su dignidad, sus derechos y bienestar, y trabajando para integrarlas en la comunidad civil y eclesial no como meros sujetos pasivos sino activos. Sería una pena no contar con sus dones y posibilidades. La Doctrina social de la Iglesia considera que “la sociedad debe ayudar a las personas con discapacidad para que puedan desarrollar todos sus dones; esa es la base de las sociedades justas y solidarias”.

Luz en nuestro camino

Las personas discapacitadas son presencia de Cristo y con ellas hemos de promover la cultura del encuentro. Los cristianos, decía San Juan Pablo II,  somos conscientes de que “en Dios descubrimos la dignidad de las personas  humanas, de cada una de las personas humanas. El grado de salud física  o mental no añade ni quita nada a la dignidad de la persona; más aún, el  sufrimiento puede darle derechos especiales en nuestra relación con ellas”. Esto es lo que se percibe cuando uno visita los centros o las casas donde viven estas personas. Son un faro de gratitud, de bondad y generosidad que nos lleva a entrar dentro de nosotros mismos, derrochando cariño y humanizando nuestra vida. Son luz en nuestro camino que ilumina esos espacios oscuros de nuestra vida fundamentada en la autosuficiencia. Os escribía el pasado año en esta Jornada, que cuando tanto se valora la fortaleza física de la persona y tanto se habla de transhumanismo, las personas discapacitadas son ese libro humano en el que tantas cosas podemos aprender. La familia donde se recibe la vida, los medios de comunicación y la Iglesia, portadora de verdadero humanismo, contribuyen a que la sociedad ayude a estas personas. Decía el pasado año en esta Jornada el papa Francisco: “Tengamos el coraje de dar voz a aquellas personas que son discriminadas por su condición de discapacidad, porque desafortunadamente en algunos países, incluso hoy, es difícil reconocerlas como personas de igual dignidad, como hermanos y hermanas en el humanidad”.

 

La luz de la Navidad

También en esta Navidad se nos pide salir de nuestras cuevas en las que esperamos al Señor según nuestros planes, y acercarnos al establo de Belén para comprobar que Dios se nos muestra de manera imprevisible, arropándose en la sencillez, en la pobreza, en el desvalimiento y en la humildad. Su realismo humano es el referente de la autenticidad para el hombre.  El Señor se ha hecho contemporáneo de la vida de cada uno de nosotros, también en medio de esta pandemia y de nuestra fragilidad que nos desasosiegan y cuestionan. Pero como Jesús también decimos: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños” (Mt 11,25.29-30). Queramos de manera especial a estas personas discapacitadas y manifestemos nuestra ternura con ellas, utilizando nuestras manos y corazón para sentirnos cercanos a ellas y cuidarlas en todo momento. Sin duda cuidarlas a ellas es cuidarnos a nosotros como criaturas de Dios, creadas a su imagen y semejanza. Tratemos de ver con los ojos de Dios descubriendo que lo que acontece para los que aman a Dios, todo le sirve para su bien.

Os animo a todos a vivir esta Jornada en nuestra Diócesis, ofreciendo un mensaje de esperanza a las personas con discapacidad que son luz en nuestro camino. Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

 

+ Julián Barrio Barrio,

Arzobispo de Santiago de Compostela