Hoja Dominical Semanal nº 3 / 22 de noviembre de 2020
Parroquia de San Antonio
Hace unos días me encontré esta bella historia llena de fe y de esperanza. A mí me emocionó y me hizo comprobar que con el paso de los años dejamos de tener esta fe que tienen los niños, fe que es capaz de “comprar un milagro a Dios”. Espero que la disfruten.
Tess era una niña precoz de ocho años. Un día escuchó a su madre y a su padre hablar acerca de su hermanito Andrew, que estaba muy enfermo y que su familia no tenía dinero para pagar el tratamiento. Planeaban mudarse a otro apartamento el siguiente mes porque su padre no tenía el dinero para pagar las facturas del médico y la hipoteca de la casa. Solo una operación costosísima podría salvar a Andrew y su padre estaba gestionando un préstamo, pero no lo conseguían.
Escuchó a su padre murmurarle a su madre, quien tenía los ojos llenos de lágrimas,
Tess fue a su cuarto y sacó un cerdito que le servía de hucha y que mantenía escondido en el armario de la ropa. Rompió el cerdito y vació todo su contenido en el suelo para contarlo cuidadosamente. Lo contó una segunda vez, ¡una tercera! No había margen para errores. Luego colocó todas las monedas en un frasco, lo tapó y salió por la puerta trasera de su casa y caminó seis calles hasta la farmacia que tenía un jefe indio en el marco de la puerta.
Esperó su turno. El farmacéutico, que estaba ocupado hablando animadamente con un señor, no le prestó ninguna atención. Entonces ella, sacando una moneda del frasco, golpeó el mostrador.
Y le dijo sin esperar respuesta:
El hermano del farmacéutico era un hombre elegante. Se inclinó y le preguntó a la niña:
Ese hombre era el Dr. Carlton Armstrong, un cirujano especialista en neurocirugía. Realizó la operación sin costo y en poco tiempo Andrew estaba de regreso en casa y con salud.
Los padres de Tess hablaban felices de las circunstancias que llevaron a este doctor hasta su puerta. “Esa cirugía, -dijo su madre- fue un verdadero milagro. Me pregunto cuánto habría costado”. Tess sonrió. Ella sabía exactamente cuánto costaba un milagro, un dólar con once centavos, más la fe de una pequeña.
Aunque aquí se ha relatado esta historia como un cuento con moraleja, en realidad este “milagro” ocurrió; y es que, como nos dijo el Señor: “En verdad os digo que, si tuviereis fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá, y se iría, y nada os sería imposible” (Mt 17:20).