La devoción a la Virgen María siempre fue para todo cristiano una de las principales fuentes de gracia y alegría. Desde bien pequeños se nos enseñaba a rezarle a María y a pedirle las gracias que necesitáramos, pues sabíamos que ella se preocuparía de obtenerlas de su Hijo para nosotros. No en vano decimos que María es “medianera de todas las gracias”.

El pueblo sencillo siempre encontró en María una aliada para sus necesidades y una consoladora en sus penas. Y es verdad, María, como buena madre, siempre está cerca de todo aquel que le invoca. ¡En cuántas ocasiones María consiguió de su Hijo todo lo que quería! Y eso que a veces no estaba en los planes de Cristo, pero los ruegos de María siempre le conmovieron.

Hace unos días leía una sencilla y bella historia que refleja muy bien el cariño que María tiene por todos nosotros. No en vano, su propio Hijo la hizo madre nuestra en el momento de la cruz. Esta historia dice así:

Paseaba Santo Tomás por los jardines del cielo, cuando vio pasar un alma que no resplandecía tanto como las demás… y luego vio otra… y otra más… De inmediato fue a reclamarle a San Pedro.

  • Oye, Pedro, ¿por qué andan por ahí algunas almas que luego se ve que no tienen tantas cualidades y virtudes como las demás?

Pedro le contestó:

  • Dime por dónde, Tomás.
  • Por todos los lados, indicó.
  • Vamos a ver -dijo Pedro-.

Y saliendo de la portería se dirigieron a los jardines. En efecto, por doquier se veían almas que no resplandecían tanto. Sin embargo, se veían felices de estar ahí.

  • Pues mira, esos no han pasado por la puerta. Yo no los hubiera dejado entrar, puntualizó Pedro.
  • Pues entonces aquí está pasando algo raro, y más nos vale que investiguemos -dijo Tomás.

Decidieron recorrer las vallas del Paraíso y encontraron un gran agujero en una de ellas, la que quedaba más cerca de la Tierra.

  • ¡Caramba! Es por aquí por donde se están colando -dijo Tomás-.
  • El que hizo esto lo va a pagar caro con nuestro Dios, que, aunque bueno, es muy justo… sentenció Pedro.

Se acercaron ambos al agujero y con sorpresa descubrieron que había atado desde ahí un inmenso rosario que llegaba hasta la Tierra, y muchas almas por ahí venían subiendo. Ambos apóstoles se giraron con cara de sorpresa y consternación.

Tras un silencio, Pedro dijo:

  • María no ha cambiado nada. Desde que la conocí en Caná supe que era de esas personas que se saltan cualquier barrera si de ayudar se trata.

Tomás resignado dijo:

  • Si ni su Hijo se le escapa. ¿Te acuerdas de que no quería hacer el milagro de las bodas de Caná y con una sola mirada de Ella accedió?

Pedro concluyó diciendo:

  • Mira, Tomás, tú y yo no hemos visto nada.

En eso que sonó una voz que los sobresaltó:

  • ¿Ustedes también?

Con cara de asustados se volvieron hacia el Señor y percibieron una grata sonrisa. Él les dijo:

  • “No se preocupen, son cosas de Mamá”.

Este es un simple cuentecillo, pero que sin duda refleja una gran verdad. Una vida espiritual sólida debe tener como uno de sus elementos esenciales el rezo diario del Rosario. Es habitual escuchar frases como “Tengo mucho que hacer, no tengo tiempo para el Rosario”, etc. Nuestro principal deber es alcanzar la vida eterna… ¿De qué nos serviría ganar el mundo entero si perdemos nuestra alma?

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Las quince promesas de la Virgen María a quienes recen el Santo Rosario

1.- El que me sirva, rezando diariamente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.

2.- Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.

3.- El Rosario será un fortísimo escudo de defensa contra el infierno, destruirá los vicios, librará de los pecados y exterminará las herejías.

4.- El Rosario hará germinar las virtudes y también hará que sus devotos obtengan la misericordia divina; sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo al amor por Dios y los elevará a desear las cosas celestiales y eternas. ¡Cuántas almas por este medio se santificarán!

5.- El alma que se encomiende por el Rosario no perecerá.

6.- El que con devoción rezare mi Rosario, considerando misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá muerte desgraciada; se convertirá, si es pecador; perseverará en la gracia, si es justo, y en todo caso será admitido a la vida eterna.

7.- Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin auxilios de la Iglesia.

8.- Quiero que todos los devotos de mi Rosario tengan en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia, y sean partícipes de los méritos de los bienaventurados.

9.- Libraré pronto del purgatorio a las almas devotas del Rosario.

10.- Los hijos verdaderos de mi Rosario gozarán en el cielo una gloria singular.

11.- Todo lo que se me pidiere por medio del Rosario se alcanzará prontamente.

12.- Socorreré en todas sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.

13.- Todos los que recen el Rosario tendrán por hermanos en la vida y en la muerte a los bienaventurados del cielo.

14.- Los que rezan mi Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.

15.- La devoción al santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación a la gloria.

Recomendado por la Virgen en sus apariciones

A la Virgen María le encanta el rosario: pide que lo recemos en todas sus apariciones. Es la oración de los sencillos y de los grandes. Es tan simple, que está al alcance de todos. Se puede rezar en cualquier parte y a cualquier hora. El rosario honra a Dios y a la Santísima Virgen de un modo especial. La Virgen llevaba un rosario en la mano cuando se le apareció a Bernardita en Lourdes.  Cuando se les apareció a los tres pastorcitos en Fátima, también tenía un rosario.