Ibeth Salavaldez se quedó embarazada con 20 años de un chico que en esos momentos ni siquiera era su novio. Era una estudiante que había llegado desde Perú a Madrid en 2009. Tener a su hijo no era una decisión fácil en esos momentos. En sus pensamientos siempre estuvo seguir adelante con el embarazo, aunque todo el mundo le invitaba a no hacerlo. Hasta el médico al que visitó y le confirmó su positivo le ofreció en seguida los papeles que tenía que rellenar para realizar el aborto. “Estaba perpleja. En vez de darme la enhorabuena por la vida que iba a traer al mundo, como hubiese sido lo normal, me ofrecían los papeles y la fecha para poder abortar”, relata Ibeth con ese recuerdo que no puede borrar de su cabeza.

Ibeth decidió mirar la información de las asociaciones de ayuda para las mujeres embarazadas. Llamó a unos cuantos centros de los varios folletos que le ofrecieron, pero la voz cálida al otro lado del teléfono de la asociación “El fruto de tu vientre” hizo que se decidiera a acudir a ella. Fue la primera mujer atendida en este proyecto, donde todavía hoy tiene relación con los fundadores. Desde el primer momento se sintió acompañada y acogida.

En estos centros se presta especial atención a las necesidades de madres solas, mujeres embarazadas, padres y madres en situaciones de crisis, con menores a su cargo … La Iglesia cuenta con cerca de 250 centros para la familia y defensa de la vida, con casi 84.000 beneficiarios. En todos ellos se realiza una labor especializada de atención a los problemas de las familias en todas sus dimensiones.

¿Cómo recibiste la noticia de tu embarazo? ¿Cuál era tu vida en aquellos momentos?

Llegué a España junto con mi madre y mi hermana a los 17 años. Estudié, hice prácticas en una empresa, me contrataron después. Y al año y medio de estar trabajando en esa empresa me quedé embarazada. Yo tenía 20 años. No sabía que podía estarlo. Salí con un chico varias veces, pero tampoco era mi novio. Fui al médico. Simplemente me hicieron el test de embarazo y salió positivo. La persona que me hizo la ecografía me dio dos carpetas: una con formularios para rellenar mis datos y para darme una fecha para abortar. Y otra carpeta con papeles de asociaciones de ayuda a mujeres que me podían orientar en el caso de que quisiera tener el niño.

Entonces, ¿cuál fue tu reacción?

Me lo pensé muy poco, la verdad. En mi cabeza no cabía la posibilidad de no tener a mi hijo, pero para los demás parecía que abortar era lo más lógico.

En mis planes no estaba abortar. Vengo de una familia católica. Cuando yo me enteré de la noticia, el padre del niño se encontraba indocumentado y no estaba en España. Había viajado a su país para regularizar sus documentos y poder renovar la tarjeta de residencia.

Mi madre no sabía nada de mi situación. Se enteró de que yo estaba embarazada cuando tenía cinco meses de embarazo. Precisamente yo quería que pasara el tiempo para que ya no hubiese posibilidad de un aborto.

¿Tenías miedo de que te convencieran y que llegaras a pensar que la mejor decisión para ti era abortar?

A pesar de venir de una familia católica, me daba muchísimo miedo que mi madre me dijera que era muy joven o que no lo podía tener… Pensaba que mi madre no aceptaría mi situación, pero mi decisión era firme. Yo quería llegar a los meses en los que ya no fuera posible que nadie intentara convencerme de abortar.

Y en esos meses te encontraste con la asociación “El fruto de tu vientre”. ¿Cómo fue ese recorrido?

Llamé a varias asociaciones para comentarles mi caso. En esos momentos yo pensaba en todas las dificultades: al tener contratos temporales, en cuanto se enterara la empresa de mi estado, no me iba a renovar más. Mi familia no sabía nada. El padre no estaba aquí.

Algunas asociaciones cuando llamé me dijeron que estaban a tope de madres, que en ese momento no tenían la posibilidad de ayudarme, pero que me daban el teléfono de otros centros que sí me iban a recibir con los brazos abiertos. Y fue así como llegué a la asociación “El fruto de tu vientre”. Y más que una ayuda material, me dieron un apoyo espiritual, me ofrecieron cariño, esperanza. Me dijeron que podía salir adelante, que había tomado una muy buena decisión porque traía al mundo una vida.

Después cuando nació tu hijo ¿seguiste en contacto con la asociación? ¿hasta cuándo recibiste ayuda?

Cuando el niño ya nació, me volvieron a llamar de la empresa. Empecé con contratos temporales. El padre pudo regularizar sus papeles. Volvió a España y se encargó del niño. Y yo seguía en contacto con la asociación. De hecho, empecé a ayudarles con ropita, a organizar cestas para otras madres, a participar en algunos talleres que tenían o a hablar un poco con otras jóvenes con mi misma problemática. Nos venía muy bien el contacto social, contarnos nuestras vivencias. Era importante saber, a medida que el embarazo avanzaba, que iba a ser posible cuidar de tu hijo y que hay solución a los problemas. Eso siempre es mucho más importante que cualquier ayuda económica.

¿Qué has conseguido a día de hoy?

En la actualidad, a mis 30 años, tengo ya dos hijos. El primero de 8 años y el segundo de 4. Y puedo asegurar que tener al niño, al primer niño, fue la mejor decisión que pude tomar en mi vida, porque le dio sentido a todo. A día de hoy todo lo que hago es pensando en mis dos hijos.

Sigo con el padre de mis hijos y somos muy felices juntos, con la familia que hemos formado. Los dos tenemos un contrato estable, vivimos bien. Nos gustaría ampliar la familia, pero a veces las dificultades económicas nos frenan. Vivir en familia, con los niños, nos da una felicidad inmensa.