El ángel dijo a las mujeres: “Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho” (Mt 28, 5-6). “No está aquí”: palabras que se encuentran también en Marcos y Lucas. Pero el ángel dice mucho con ellas. Ese “No está aquí” es como una reprimenda afectuosa. Lleva a las mujeres -y con ellas, a nosotros- más allá de su visión estrecha y demasiado humana.

No está en la tumba. Jesús no está en nuestra mentalidad sepulcral, en nuestro pesimismo, que entiende que la muerte siempre tiene la última palabra, que es más grande incluso que Dios. Cuántas veces nuestra visión es así de estrecha. Se habla de una visión de túnel: también podríamos hablar de visión de tumba.

Tan a menudo, en la práctica, pensamos que Dios ha sido derrotado, que no hay nada que podamos hacer, que la muerte e incluso el diablo efectivamente han triunfado y todo lo que podemos hacer es mostrar piedad hacia los muertos, permanecer fieles a un recuerdo, mientras nos desvanecemos y declinamos con él.

Pero Cristo no está en una mentalidad sepulcral que acepta la derrota, que se resigna a la decadencia, una simple veneración del pasado incapaz de generar una acción dinámica en el presente. Cristo no está en la nostalgia triste. La visión sepulcral es casi encerrarse en la tumba junto con el cadáver.

“No está aquí”. No está en tu sentimentalismo que, por conmovedor y generoso que sea, no sirve para nada. Habéis venido a enterrar a los muertos como un acto de piedad amorosa, un último homenaje sentimental. Cristo no está en ese sentimiento que, por loable que sea, mira al pasado, no al futuro, asume la derrota y no la victoria de Dios.

“No está aquí”. No está en tu desaliento, en tu visión meramente humana que no considera el poder infinito de Dios. No está en tu falta de fe. No está en tu comprensión demasiado limitada de las Escrituras y de las profecías que habían anunciado claramente la Resurrección, pero de las que no habías comprendido su significado. Cristo no está en nuestra lectura superficial de la Escritura, que sólo la ve como un libro del pasado y no como la Palabra viva de Dios hoy.

Cristo no está en vuestro materialismo, entendido aquí como dar demasiado peso a las consideraciones materiales: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?” (Mc 16, 3).

Cuando nos sintamos abatidos, exagerando los problemas prácticos, viendo las cosas con pesimismo, asumiendo la derrota, entonces recordemos esas tres palabras latinas: “Non est hic”, “No está aquí”. Él no está en esas formas de pensar. Está fuera. Ha abierto la tumba, ha derribado a los guardias, ha vencido las intrigas de sus enemigos, ha vencido al poder humano, ha vencido al pecado y a la muerte. La vida ha triunfado. El amor ha triunfado. No está aquí. Es el Dios-hombre vivo y resucitado.