Es habitual que, en las lecturas de la misa dominical, haya una relación entre la primera lectura y el Evangelio. Pero el vínculo entre la primera lectura de hoy y el Evangelio no es evidente a primera vista y, cuando se encuentra, es de una belleza exquisita. Porque la primera lectura trata de las cualidades de una buena esposa, mientras que el Evangelio es la famosa parábola de los talentos de Nuestro Señor.

Por tanto, lo que la Iglesia nos está diciendo al establecer esta relación es que un ejemplo por excelencia de realización de los propios talentos de realización de uno mismo en general se encuentra en la mujer que elige dedicar sus energías y habilidades al cuidado del hogar.

Cualquier hombre con una buena esposa sabe cuánto enriquece la vida familiar el genio femenino de una madre en su propio hogar. En una época en la que el mensaje frecuente es que es degradante que una mujer se quede en casa, la Iglesia quiere ayudarnos a ver que una manera especial de que una mujer exprese y desarrolle sus talentos es construyendo la vida familiar. La mujer de la primera lectura “supera en valor a las perlas”. Trabaja duro, “busca la lana y el lino y los trabaja con la destreza de sus manos… tiende sus brazos al pobre”.

Aunque no se menciona en la versión abreviada que escuchamos en misa, los textos bíblicos nos dicen que esta mujer es una especie de empresaria, que dirige a los criados de la casa, se asegura de que todos en el hogar estén bien alimentados y bien vestidos, localiza un buen campo y lo compra, vende ropa y mercancías… y mucho más. “Se viste de fuerza y dignidad”. Habla con sabiduría y bondad. “Sus hijos se levantan y la llaman dichosa” y su marido la alaba. Si esto no es cumplir con los talentos de uno, no sé qué lo es.

Por supuesto, una mujer también puede optar por poner en práctica sus talentos fuera del hogar (o puede tener que hacerlo para complementar la economía familiar) y la sociedad está cada vez más bendecida por las muchas formas en que las mujeres contribuyen al mundo del trabajo con sus extraordinarios dones. Pero la lección que podemos aprender de las lecturas de hoy es que desarrollar los propios talentos es más sutil de lo que pensamos. Tendemos a pensar en el desarrollo del talento en términos de llegar a ser competentes en alguna tarea visible como tocar un instrumento musical o cultivar una habilidad técnica. Pero quizá también necesitemos desarrollar talentos como la empatía, la escucha o incluso la capacidad de sufrir. Talentos que hay que trabajar y que no siempre nos salen de forma natural.

Los hombres también necesitamos desarrollar nuestro talento para el hogar. Qué gran talento es ser un buen marido y padre, y Dios nos preguntará qué hemos hecho consciente e intencionadamente para cultivar este talento. Tal vez podríamos empezar a trabajar en el talento de jugar con los niños o tratar mejor con nuestros adolescentes torpes.