Cuentos con moraleja: “Dios siempre escucha”
Hace no muchos años me hablaron de una pobre mujer, Angustias de nombre, que, a pesar de sus pocos años, había ya padecido mucho. Como consecuencia de tanto sufrimiento y de su precaria vida de piedad, fue perdiendo la fe y su confianza en Dios. Por si faltaba algo, su marido hacía unos meses que se había quedado sin trabajo y apenas sí tenían para vivir ellos y sus cuatro hijos.
Conociendo Consuelo, una amiga suya, el mal estado emocional en el que se encontraba, fue un día a visitarla.
- ¡Hola, Angustias! ¿Cómo te encuentras?
- No tan bien como hubiese deseado. La verdad es que últimamente estoy con la depre. Ya sabes todo lo que nos está ocurriendo. – Respondió la amiga.
- Lo que debes hacer es tener fe. ¡Pídele a Dios y verás cómo te ayuda!
- Dios me ha abandonado. Al principio rezaba, pero me aburrí. No sé si habrá alguien arriba porque por más que le pido no me responde.
Angustias, durante sus años mozos, había sido una “buena cristiana”; pero luego, cuando la vida empezó a azotarle, y, debido también a que su marido era poco practicante, se fue separando de Dios y de la vida de piedad.
Consuelo le insistió en que rezara con fe, pues Dios nunca dejaba de escuchar nuestra oración. Por más que le insistía, Angustias no parecía dar su brazo a torcer. Así que después de un pequeño debate, y viendo Consuelo que no conseguía nada, le dijo a Angustias:
- Mira, Angustias, nada vas a perder si le pides a Dios de nuevo. Él nunca abandona. Es más, a partir de ahora, pediré yo también por ti.
Angustias no estaba muy convencida, pero para que su amiga se callara le prometió que volvería a rezar. Y no se le ocurrió otra cosa que decirle a Dios:
- ¡Señor! Ya sabes todo lo que me pasa. Mi amiga me ha pedido que te rece, pero la verdad es que he perdido la fe, así que te voy a pedir algo sencillo. Mira, me gustaría que, como signo de tu amor hacia mí, y para probarme que me escuchas, me regalaras una flor y una mariposa.
Pasaron unos días, y la mujer, enfrascada de nuevo en los quehaceres cotidianos, se olvidó de Dios y de lo que le había pedido.
Un miércoles por la mañana, mientras la pobre mujer estaba haciendo la colada de toda la familia, sonó el timbre de la casa. Se secó las manos apresuradamente y acudió a la puerta para ver quién era.
En esto que – a través de la ventana – vio un furgón de reparto y un hombre vestido de marrón a la puerta de su casa. Ella abrió la puerta y el repartidor le pregunta:
- ¿Vive aquí Angustias Sánchez?
- Sí, servidora (así se hablaba antiguamente).
- Pues mire, que le traigo un paquete.
La mujer lo recibió. Firmó la hoja de entrega. El furgón se marchó y la mujer, curiosa, se dispuso a abrir el paquete, no sin antes buscar el remitente. Por más que buscó no encontró nombre alguno.
Así que se dispuso a abrir la misteriosa caja, que era un poco más grande que una caja de zapatos. Fue a la cocina, cogió unas tijeras y un tanto nerviosa abrió el paquete.
Cuál fue su sorpresa cuando dentro de la caja se encontró una maceta pequeña con un cactus pinchoso, un gusano negro feo y peludo y una pequeña tarjeta de visita que decía: “En respuesta a tu oración”.
En ese momento le entró un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Parecía que quería adivinar que el paquete venía del cielo. Pero no, del cielo no era, pues eso no era lo que ella había pedido a Dios.
Disgustada porque Dios tampoco le había escuchado, volvió a meter el cactus con el gusano y la nota en la caja y la tiró en una esquina del patio de la casa, pensando:
- De aquí a unos días, cuando limpie el patio, lo tiro todo a la basura.
Pasaron ocho o diez días, y nuestra sufrida mujer se dispuso una mañanita a limpiar el patio de la casa. Era finales de la primavera. El buen tiempo pronto les permitiría sentarse a tomar la sombra en el patio y oler el perfume de los rosales y jazmines.
Haciendo la limpieza vio la caja que ella misma había tirado en un rincón del patio. Entonces, le vino a la mente todo lo que le había dicho su amiga respecto a pedirle a Dios; y, dibujando una sonrisa burlona, comprobó lo que Dios le había respondido.
Angustias comenzó a limpiar el patio. Cogió la caja para tirarla a la basura, cuando, de pronto, movida por la curiosidad y quizá también por algo de resentimiento con Dios, abrió la caja para reírse de Él. Cuál fue su sorpresa, cuando, al quitar la tapa, se encontró con que en el cactus tenía una flor bellísima y el gusano negro, feo y peludo se había transformado en una preciosa mariposa multicolor.
En ese mismo instante, tocada por la gracia de Dios, elevó los ojos al cielo para pedir perdón y elevar un Padrenuestro a Dios Nuestro Señor.
…………………
El Señor siempre escucha nuestra oración. A veces lo que nos manda no es lo que nosotros esperábamos, pero siempre es lo que más nos conviene. Sencillamente lo único que tenemos que hacer es tener paciencia a que el cactus dé su flor y el gusano se transforme en mariposa… Y es que Dios siempre escucha.